Mi hermosa lavandería

Las caras del miedo

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dominical 671 seccion coixet actress meg ryan at 150728194423 / EL PERIÓDICO

ISABEL COIXET

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Inundan las secciones amarillas de todos los periódicos y revistas de cotilleo. A algunas las he visto muy de cerca y puedo confirmarlo: dan miedo. Pieles tirantes como un tambor, brillantes de colágeno. Ojos achinados. Labios deformados con formas extrañas. Pómulos imposibles. Narices que, de tan perfectas, parecen inhumanas. Uma, Nicole, Renée, Meg (foto), ¿qué os habéis hecho? ¿Quién os ha engañado? ¿Por qué? ¿Qué impulso suicida os lleva a poneros en manos de carniceros que no os devuelven algo que no se puede devolver, la juventud, y os transforman en algo mucho peor, en mujeres locamente desesperadas? Mujeres de 40 o 50 años, que ya no tienen edad y por eso parecen muchísimo más viejas.

Y sin embargo, entiendo muy bien las razones que os mueve a esta locura. Puedo imaginaros en vuestra casa con jardín y palmeras junto a la piscina, bajo el sol implacable de California, cubiertas con una pamela blanca y gafas oscuras, hojeando las revistas cuyas portadas ocupasteis durante tiempo y que hoy pueblan actrices recién salidas de series infantiles, vestidas (es un decir) de pseudostripper. Y puedo ver la angustia que sentís al leer los guiones que os envían donde ya siempre hacéis de madres con hijos que van a la universidad. Ya nunca sois la chica de la película o la amante o la superheroína o la aventurera o la criminal o la prostituta. Sois la mujer cuyo marido descubre que es gay o que ama a otra o que se aburre. Sois la madre del hijo drogadicto o cuya novia no os cae bien . Sois la mujer que tiene alzhéimer a los 50 o con nietos a los 48. Sois mujeres solas y amargadas. O mujeres solas y excéntricas. Ya ni siquiera tenéis que exigir un doble de cuerpo porque no os ofrecen escenas de cama. El mundo ya no os ve como sujetos deseables y cuando entráis en un restaurante, notáis las miradas de conmiseración: "¿No es esa…?".

Y entonces llamáis al teléfono del doctor que os recomendó alguien. Alguien, otra actriz que nunca os cayó bien, que también pasó por lo mismo. Aparece el doctor sonriente. Os convence. Os pellizca la piel y os pincha, la corta, lima, hincha, estira. Durante un instante, la esperanza es un bálsamo que hace que no sintáis el dolor y los moratones. El doctor sonriente os quita las vendas. ¿Quién es esa mujer que os mira perennemente asombrada desde el espejo? Y todo es mucho peor porque el mundo entero os vuelve a ver. Pero como una broma. Como un disparate. Como algo grotesco. Y los guiones que siguen llegando son con papeles de abuela, de matriarca, de mujer sola y amargada o loca. Y las portadas de las revistas siguen poblándose de adolescentes que protagonizan franquicias en las que seréis, con suerte, solo un personaje secundario. La cara que os devuelve el espejo es una cara en la que el miedo ya no puede borrarse.