Pequeño observatorio

Las cabinas que murieron en silencio

El teléfono móvil las ha derrotado, pero debería conservarse una en el Museo del Pasado

JOSEP MARIA ESPINÀS

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

He pasado una página de EL PERIÓDICO y me he encontrado con la fotografía de una cabina telefónica. Y un texto de Mauricio Bernal que hace saber que las pocas cabinas que han resistido hasta hoy serán retiradas a finales del año que viene. Entiendo la condena a la desaparición de estos personajes urbanos, y digo personajes porque habían sido amigos de los ciudadanos y, ni que decir tiene, de la gente de los pueblos. Años atrás, una cabina telefónica era un punto de conexión con un espacio lejano.

He conservado muy vivo el recuerdo de una tarde en Vistabella, en la poco conocida comarca de Alcalatén. Había encontrado alojamiento y mi habitación daba a la plaza. Desde mi balcón la contemplaba. Una modestísima farola intentaba aclarar la oscuridad. Más viva era la luz de una cabina telefónica, y cerca de su puerta hacían cola tres o cuatro personas.

Hay una chica que quiere llamar pero comparecen cuatro o cinco más pequeñas y piden que cuando le toque el turno les deje entrar en la cabina. Ahora la ocupa una mujer que ya hace tiempo que llama. Habla y habla, cómodamente apoyada en el cristal. Cuando sale, entra un hombre con dos niños, y uno de ellos reclama que sea él quien ponga las monedas. Los que hacen cola deben ser gente que hace vacaciones en Vistabella y quieren hablar con el padre o el marido que se debe haber quedado en Castellón. Cuando le toca a una madre entrar en la cabina, tres niñas reclaman: «¡Nosotros también queremos entrar!».

Muchas películas famosas se han convertido, sin proponérselo, en documentos de interés social. Aparecen unos actores que llevan unos trajes anticuados. Se trasladan con unos coches que hoy serían de museo. No hace falta ir tan lejos, ahora hay unos recursos informáticos que ya son de cuarta generación.

Las cabinas telefónicas han sido derrotadas por los móviles. Se debería conservar una para instalarla en el Museo del Pasado.