Laia ha encontrado trabajo y nadie se lo puede impugnar

SÍLVIA CÓPPULO

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Laia está muy preparada profesionalmente, es simpática y habla idiomas. Hacía un año que estaba en el paro. Durante este tiempo ha sido madre. Desde casa, entre biberones y papillas, sistemáticamente ha ido llamando a todas las puertas a través de la pantalla. Conseguir una entrevista era un éxito. Que la contrataran parecía un sueño. Esta semana ha recibido la llamada que tanto y tanto le ha costado. Desde el pasado lunes, coordina un área nueva en una empresa tecnológica. Su 'whatsapp' hierve de felicitaciones. Laia y 44.000 personas más están muy contentas porque cada día podrán ir a trabajar. Este trimestre, el paro en Catalunya se ha situado por debajo de la barrera psicológica del 20%. 

De reojo, Laia y 44.000 personas más observan los escándalos:Acebes pagando en negro la sede del PP; Rato y Blesa utilizando unas tarjetas a las que también llaman negras para pagar balnearios, helados o la compra del súper que hacía la criada. Y un montón de policías en medio de cámaras que casualmente ya sabían que irían a registrar la casa de Oleguer Pujol, enriquecido vete a saber cómo.

Está claro que Laia quiere que se haga limpieza, pero sobre todo --y hace bien-- mira que nada le haga perder la ilusión de vivir, de ser y avanzar, de querer y de creer en los que creen como ella en su país. Con el niño en brazos ante una urna muy pronto cambiará la foto de su perfil y en verdad que la palabra impugnación hace tiempo que no le produce ni frío ni calor.