EL 9-N Y LA COMPARECENCIA DE JORDI PUJOL
La vieja opacidad
En el proceso soberanista nos encontramos ante la misma distorsión de la realidad de la era Pujol
Antonio Franco
Periodista
ANTONIO FRANCO
En la decepción y el enfado general que ha seguido a la intervención de Jordi Pujol en el Parlament hay dos grandes preguntas: ¿Por qué no explicó cómo se incrementó su fortuna y por qué no explicó nada sobre sus hijos? Pujol no dijo una sola palabra de sus hijos y no por pudor familiar, ya que tenía ganas de hablar del tema. Pero circunscribió ese deseo a la figura de su padre, hablando incluso demasiado de él, ya fallecido y fuera del alcance de la Justicia. Pero de sus hijos ni siquiera se atrevió a decir formal y solemnemente que son inocentes de lo que se les acusa. Y ni siquiera dio su palabra de honor de que nunca han hecho negocios personales o han tenido ingresos relacionados con la Administración que él presidía.
El 'expresident' fue fiel a sí mismo y a los intereses de quienes llevan su apellido antes que al Parlament que representa a la Catalunya que dice anteponer a todo lo demás. Por eso en sede parlamentaria desplegó aquella vieja opacidad camuflada bajo mucha luz y taquígrafos. Como en el túnel del tiempo, volvieron sus sonoros silencios disfrazados de discursos sobre la cultura del esfuerzo (hay que ganarse la vida trabajando, no especulando) así como los alegatos sublimando su propia moral diciendo que de ética ya hablaríamos nosotros (palabras que por su concepto del nosotros se referían a que ya hablaría él).
Pero si somos serios tendremos que reconocer que no estuvimos ante una reaparición de su estilo, pues su opacidad continúa habitando entre nosotros. Aquella filosofía ha calado y tiene presencia continua en nuestra política. Sus hijos biológicos son seguidores del secretismo en que fueron educados y protagonizan un calculado silencio desde que empezó a hablar su padre. Únicamente lo rompen, y no voluntariamente, cuando les preguntan cosas los jueces, aunque sabemos que tratan a los instructores de las causas del mismo modo como Jordi Pujol trató a los diputados de la comparecencia: con más palabras que contenido (algo lógico cuando se tienen los mismos asesores y los mismos abogados defensores). Pero se tiene que destacar que, en paralelo, aunque ahora incluso voten a favor de que el expresident comparezca ante una comisión de investigación, sus hijos políticos van por la misma senda.
Artur Mas ha reiterado esta semana que pese a que el Tribunal Constitucional ha suspendido la consulta del 9-N él no rectifica nada y da garantías a los catalanes de que podrán pronunciarse. Desde su entorno y desde el de Oriol Junqueras se hace hincapié en que es trascendental mantener la unidad (ya ni se toman la molestia de especificar que hablan de la unidad de los soberanistas, de que los demás pueden continuar considerándose excluidos). Esta es la fachada que muestran ante la opinión pública, pero estamos ante una aplicación moderna de la vieja opacidad distorsionadora de Pujol. Los contactos entre Mas y Junqueras fueron presentados como muy fluidos pero no fue así; como la fricción era lógica y normal dado el momento delicado, el esfuerzo por ocultarla responde únicamente a una simple voluntad de engañar.
Lo mismo ocurre con la unidad. La unidad sobre el 9-N entre los dos políticos ya no existe. Mas es partidario de respetar las leyes españolas y Junqueras de desacatarlas. Cuando uno habla -con el énfasis de cosa difícil- de que los catalanes podrán expresarse ante una urna se refiere a que podrán votar en unas elecciones autonómicas (y nunca nadie había puesto en cuestión que pudiéramos votar en unas elecciones así, sean o no adelantadas). El otro, casi con las mismas palabras, con el "votaremos", deja crecer la ilusión de que pese al Tribunal Constitucional, el 9-N Catalunya votará con todas las garantías lo del Si-Si, Si-No, etcétera. Utilizando el lenguaje de Podemos hay que decir que la casta ya sabe perfectamente lo que ocurrirá el 9-N pero prefiere no decírselo abiertamente a la inferior gente de la calle: que si se vota algo será en una consulta simbólica, informal y sin credibilidad en los resultados, pues a lo que vamos es a unas elecciones autonómicas con, previsiblemente, una o dos listas mixtas nítidamente independentistas.
¿Acaso los catalanes somos adultos para hablar democráticamente sobre nuestro futuro y en cambio no estamos preparados para que se nos diga con claridad que lo que votaremos será en unas elecciones autonómicas? Sigue la opacidad. Sigue la maldita opacidad, ahora utilizada desde webs y mecanismos digitales que por razones cronológicas nunca tuvo a su alcance Pujol padre para, en su momento, proteger los intereses de los Pujol hijos utilizando la memoria del Pujol abuelo. Quienes dicen que Catalunya es como una gran familia deben referirse a cosas más o menos como esta.
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