La vida es una percusión

JORDI PUNTÍ

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Globos de Oro, Oscar. Es temporada de premios de cine y en las categorías menores también se viven momentos clave para el futuro del medio. En las bandas sonoras, por ejemplo, que desde hace tiempo piden una renovación. De vez en cuando hay directores que arriesgan y encargan una banda imprevisible, como la espléndida música que el mexicano Antonio Sánchez compuso y tocó para Birdman, de Alejandro González Iñárritu. Toda la música sale únicamente de la batería de Sánchez y acaba creando como una voz inseparable de las imágenes. Es como si lo que oímos sea el ritmo frenético y sincopado de la consciencia de Riggan Thomson (Michael Keaton), la percusión de los latidos de su pulso contra las paredes del cráneo -la locura de quien está atrapado en un pasado glorioso como actor popular, pero quiere se valorado por algo más, su condición de artista.

Puede que haya películas rítmicas y películas melódicas, no lo sé, pero lo cierto es que hace años que dominan los tonos líricos y redundantes. Antonio Sánchez fue nominado a los Globos de Oro (no ganó), pero en los Oscar ya no ha entrado. Demasiado raro. En cambio, entre los que optan al Oscar a la mejor banda sonora sale dos veces Alexandre Desplat, por El gran hotel Budapest y The imitation game. Son dos trabajos muy distintos: en la película de Wes Anderson recrea muy bien esa atmósfera de miniatura preciosista centroeuropea; en cambio, la música para la vida de Alan Turing es dulzona y aburrida. Ya veremos cuál gana, si es que gana Desplat.

De vez en cuando Hollywood despierta y bendice los intentos rupturistas, como sucedió el 2010 con la música de La red social, a cargo de Trent Reznor y Atticus Ros. De todas formas, uno de los que más ha innovado es Steven Soderbergh, confiando en más de una ocasión en Cliff Martínez. Uno de sus últimos trabajos conjuntos es la serie The Knick, que produce y dirige Soderbergh. La música electrónica ayuda a recrear la vida de un cirujano genial y cocainómano en el Nueva York malsano de 1900. Quizá es un anacronismo, pero yo lo veo como una licencia poética que mejora la serie. No se la pierdan.