La vida artificial ya está aquí

ENRIC HERNÀNDEZ

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Hastiados como estamos de la épica del propagandismo científico, la misma que cada cuarto de hora pregona hallazgos revolucionarios que luego tardan décadas en sustanciarse --si alguna vez llegan a hacerlo--, esta semana ha pasado casi desapercibida la última proeza de la biología sintética. La revista Science ha desvelado la fabricación en laboratorio de un cromosoma eucariótico, como los que componen el ADN humano. Vale, era un cromosoma de levadura, hongo útil para crear cerveza pero no para alumbrar a los seres humanos que la consumimos. Un matiz insignificante, sin duda, para quienes no dudaron en anunciar: «La vida artificial ya está aquí». ¡Con dos probetas!

Aunque, bien mirado, tal vez ese titular no anduviera tan falto de rigor, por mucho que esta benévola interpretación no guarde relación alguna con el cuerpo de la noticia. ¿Ya está aquí la vida artificial? Tal vez sí. Quizá no en términos genéticos, pero sí anímicos (del alma).

Cada vez vamos menos al cine con amigos, según atestiguan las menguantes taquillas; preferimos ver las pelis en televisión o descargarlas de internet. Y si algo nos duele, antes de ir al médico nos autodiagnosticamos de la sabia mano del Doctor Google, a riesgo de convertir un tirón muscular en una angina de pecho.

Exposición íntima en la red

Gracias a (o por culpa de) la mensajería instantánea, hemos sustituido la calidez de la voz por los emoticonos, y las cenas en grupo, por (insufribles) grupos de Whatsapp. Ya no debatimos tomando tapas con los colegas; cruzamos tuits con perfectos desconocidos. Nuestro álbum de fotos ha dejado de dormir en el baúl de los recuerdos; ahora lo colgamos en Facebook a la vista de todos, por los siglos de los siglos y sin saber siquiera cómo hacerlo desaparecer. Cuando queramos adoctrinar a nuestro hijo adolescente sobre los riesgos de la exposición íntima en las redes sociales, antes deberíamos ser capaces de explicarle por qué divulgamos sus fotos de pequeño -también las que podrían avergonzarle de mayor- sin esperar a tener su autorización.

Así que la vida artificial ya existe. Solo falta que la ciencia sintetice seres artificiales para vivirla.