Al contrataque

La venganza del IVA

ERNEST FOLCH

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Es sabido que la filtración es la cama donde se acuestan la política y el periodismo. De una de estas noches de amor nació la portada que esta semana nos anunciaba en una pretendida exclusiva que el IVA cultural bajaría por fin del 21% al 10%. El propio redactado delataba que no se trataba por supuesto de ninguna investigación sino de un acto de compadreo sumiso, puesto que el periodista que en aquel momento escribía de rodillas hizo ver que no se percataba de que en realidad el IVA no bajaba sino que subía, concretamente desde aquel 8% en que se lo encontró el PP al llegar al poder.

Lo poético es que el medio que se prestó a semejante genuflexión sufrió la última humillación en forma de desmentido cruel. No, dijo Rajoy, hoy no es posible, de momento no habrá bajada. Y es que como era de prever, el globo sonda no coló y había que desinflarlo, ni que fuera a costa de degradar aún más el pobre periodismo que tanto se había esforzado en quedar bien con el poder.

Esta patética anécdota no es sino un síntoma de la gran perversión que hay detrás de esta fallida noticia: para el PP, la cultura no es más que un vulgar clínex, que se usa y se tira en función de los intereses de cada momento. Fue primero una herramienta de venganza contra los intelectuales y artistas que ni tienen ni nunca van a tener a su lado, y ha sido ahora un vulgar instrumento para medir su escasa credibilidad justo antes de la traca electoral. Este mismo IVA que en cualquier país civilizado es infinitamente más bajo, como en Francia del 5,5%, en Alemania del 7% o en Italia del 10%, se subió en España a un escandaloso 21% aprovechando el maravilloso comodín de la crisis.

Otra cruzada ideológica

Y a pesar de que bajó la recaudación puesto que la industria empezó a hundirse por culpa de la subida, se ha mantenido sádicamente con el único fin de destruir un sector que siempre y por definición ha sido hostil a cualquier derecha. La medida, presentada como un tecnicismo del Ministerio de Hacienda, no ha sido nada más que otra cruzada ideológica de las FAES a través de su muñeco Wert. Lo más salvaje de la maniobra es que el castigo ideológico se ha ejecutado a través de persona interpuesta, el sufrido consumidor de películas, obras de teatro, libros digitales y ocio cultural en general que ha visto como sus bolsillos eran los primeros secuestrados en este bombardeo sectario tan bien teledirigido.

El resultado de la subida generalizada de precios fue un cóctel letal entre el descenso del consumo cultural y el aumento de la piratería, donde se han ido a refugiar muchos de los que querían ver pero no podían pagar. La ironía final es que este IVA de destrucción masiva está a punto de mutarse en un arma electoral. Quizá sea una de las últimas oportunidades para demostrar que no somos tan imbéciles como se creen.