Pequeño observatorio
La tortura se hace 'normal'
Josep Maria Espinàs
Periodista y escritor
JOSEP MARIA ESPINÀS
No se trata de hablar de los malos tratos que puede sufrir una persona por parte de un familiar. Son hechos lamentables que se producen a menudo en el anonimato. A veces puede correr el rumor de que el vecino del segundo piso es agresivo, incluso físicamente, con su mujer. Se trata de los torturadores que actúan en grupo, que la ejercen sobre otros grupos y que, incluso provoca angustia decirlo, torturan profesionalmente.
La prensa nos informa a menudo de los terribles ataques físicos que unos especialistas practican contra grupos raciales o religiosos. A veces, el objetivo de la violencia es el exterminio. La base de esta actividad es, en el fondo, la terrible obsesión por eliminar las diferencias. Los asesinos creen en una sola religión, una raza, una lengua. Los que no reúnen sus mismas características son unos 'impuros'. No merecen vivir. Más todavía: han de desaparecer.
Una historia de la crueldad humana
No sé si existe una historia de la tortura, que si debe ser estudiada desde la antigüedad hasta los tiempos actuales llenaría un montón de volúmenes. Sería una historia de la crueldad humana. El uso de las argollas inmovilizadoras en sótanos oscuros, el descuartizamiento, la condena a morir de hambre o sed, la crucifixión, la lapidación, la hoguera, las corrientes eléctricas... Lo hemos visto en películas. Y yo todavía he podido contemplar, en un viaje a pie, la cruz que se conservaba en las afueras de un pueblo, y un hombre me dijo: «No se preocupe, el camino lo encontrará cuando pase por detrás de la Creu dels Penjats».
En otros tiempos, los instrumentos de tortura eran visibles. Alguien pretendía, además, que este tipo de castigos fueran ejemplares. Modernamente, la tortura se ha dividido en la descarada y pretendidamente ejemplar al aire libre, y la escondida en un sótano, opción preferida por los regímenes totalitarios.
Por respeto a los cruelmente torturados, no digamos que un mosquito nos tortura. Simplemente, nos molesta. En la tortura hay una oscura conciencia del mal.
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