Geometría variable

La tentación de Ada Colau

JOAN TAPIA

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Los primeros alcaldes socialistas de Barcelona -Narcís Serra, Pasqual Maragall, Joan Clos- siempre se apoyaron en una sólida mayoría que les permitió impulsar proyectos de gran ambición. Lo escribí en el 2007, cuando Jordi Hereu, pese al apoyo de ICV, se quedó sin mayoría por la defección de la ERC de Jordi Portabella. Gobernar Barcelona exigía una mayoría, y lo sensato entonces era una coalición PSC-CiU (con ICV, si quería), aun cuando fuera una fórmula distinta al tripartito entonces gobernante. Hereu (quizá más Carles Martí) prefirió no contaminarse con CiU y no romper la mística del entonces tripartito gobernante. Resultado: fue perdiendo autoridad (recuerden la marcha atrás en la ubicación de la nueva perrera municipal) y acabó con el absurdo referéndum de la Diagonal. Gobernar Barcelona en minoría es complicado.

Lo volví a escribir cuando Xavier Trias ganó con 14 concejales (sobre 41) y se lanzó también a la tentadora práctica de gobernar solo con los suyos. Sin socios pero con su habilidad para tejer pactos puntuales con Alberto Fernández DíazPortabella y, al final, Jaume Collboni. Trias se equivocó, porque sin mayoría no pudo desarrollar ningún programa sólido de ciudad. Y quedó supeditado a la política independentista de Artur Mas. De hecho, convirtió al ayuntamiento en el banco de la Generalitat. No quiso recordar que la no supeditación -una posición diferenciada, con proyectos propios e interlocución independiente con Madrid- es precisamente lo que contribuyó a hacer de Maragall un gran alcalde. Aunque no toda la culpa fue de Trias, porque el aparato del PSC impidió el acercamiento de Jordi Martí, que quizá hubiera cambiado las cosas. En bien tanto de Barcelona (no supeditación a otros objetivos) como de Catalunya (menor dominio del frentismo). Al final, Trias ha perdido porque la renuncia a una mayoría y una política propias ha teñido la elección de Barcelona de voto de protesta contra la política de la Generalitat.

Ahora parece que Ada Colau, con solo 11 concejales (tres menos que Trias y bastantes menos que el gobierno del PSC e ICV que encabezó Hereu en el 2007) también quiere gobernar en minoría. Sería otro error, porque tan lejos de una mayoría no podrá llevar a cabo ningún programa a medio plazo y tendrá más dificultades para adaptar su discurso de protesta a la acción de gobierno. Ser alcaldesa de todos los barceloneses -incluso de la mayoría que no la ha votado- exigía demostrar más capacidad de diálogo y no refugiarse en el mal menor de ser elegida por encabezar la lista más votada y no tener alternativa. Colau aplica así a rajatabla la doctrina de Mariano Rajoy, pero gobernar -y querer abrir una etapa- en solitaria y orgullosa minoría puede conducirla a la misma impotencia que sufrieron Hereu en el 2007 y Trias en el 2011.

Quizá Trias (por el afán de supeditar la ciudad alproceso independentista) se equivocó al no dejarse abierta la puerta a la formación de una muy difícil mayoría alternativa si Ada Colau no la lograba. La democracia es la democracia y como ha escrito Joan Subirats -ideólogo de Barcelona en Comú- en este periódico, las críticas a «la coalición de perdedores» no siempre son válidas. Es tan legítimo -aunque no sé si conveniente- formar una mayoría heteróclita (desde las CUP al PSC) en Badalona contra Garcia Albiol, que llegó primero y muy destacado, como no descartar una mayoría alternativa en Barcelona.

Pero las cosas son como son. Barcelona ha sido desde hace muchos años la historia de un éxito gracias a alcaldes con independencia y personalidad. Y toca desear que la llegada de Ada Colau y de la izquierda alternativa -voto de esperanza para muchos barceloneses- no suponga ningún cambio negativo en el posicionamiento de la ciudad laboriosamente conseguido.