La sordera de Rajoy

La táctica del PP solo sirve para dar más oxígeno al independentismo

NEUS Tomàs

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Disculpen el tópico, pero nunca vino tanto al caso el refrán de que no hay peor sordo que el que no quiere oír. Y ese es un problema o, para ser exactos, el problema que Mariano Rajoy tiene con Catalunya. El presidente del Gobierno no ha hecho ni el más mínimo esfuerzo por entender por qué hay casi una mitad de catalanes que quieren dejar de ser españoles. Ni tan siquiera se pregunta por qué se sienten así. Con decir, como hizo ayer, que está «a favor de la unión y no de la división» y que «nada es posible fuera de la ley» se queda ya tranquilo. Pues no, presidente, con negar el problema no lo solucionará. Al contrario, es oxígeno para la hiperventilación secesionista e incluso para aquellos que dudan de si con una Catalunya soberana viviríamos mejor. Y ya puestos a opinar sobre sus palabras, se le podría recordar que las leyes están también para cambiarlas. Por suerte.

Rajoy le molesta que el líder de Podemos, Pablo Iglesias, diga que está a favor del derecho a decidir de Catalunya. Con la boca pequeña y adquiriendo un compromiso que puede acabársele girando en contra. El estilo de Iglesias gustará más o menos y su promesa será más o menos creíble, pero hay que reconocerle que pisa Catalunya como mínimo el doble de lo que lo hace el presidente del Gobierno. Tal vez por esto se ha dado cuenta que la situación es mucho más compleja de lo que describe determinada prensa editada en Madrid.

Lo intentó José Montilla, también Pasqual Maragall o Josep Piqué Joan Herrera. De diferentes fuerzas pero todos políticos catalanes que se han esforzado en hacer entender a los poderes fácticos de Madrid que el órdago soberanista no es ninguna broma y que cada día que pasa Catalunya se aleja un poco más del resto de España. Pero no hay manera. El Ejecutivo del PP se limita a quejarse de que el Gabinete de Artur Mas no gobierna -cosa que también es cierta-, pero es incapaz de ofrecer una solución. Se niega a aceptar que Catalunya vote su futuro y no quiere hablar de blindarle algunas competencias, así como acabar con el déficit fiscal, ni que sea con algún tipo de fórmula progresiva.

Ahora que se acercan las vacaciones, y contando que, como siempre, pasará unos días en su Galicia natal, sería conveniente que Rajoy aprovechase para instalarse unos días en Catalunya. Comprobaría que, además de los entregados que van a sus mítines, hay más gente. Personas que incluso estarían dispuestas a explicarle por qué existe este malestar en Catalunya. Gente que no es ni empresaria ni política, simplemente ciudadanos que no comprenden por qué el presidente del Gobierno se niega a atender sus peticiones. Invitado queda.