La soledad de Aznar (y de Pedro J.)

IGNACIO ESCOLAR

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Si el mapa del pequeño Madrid del poder se puede cartografiar con canapés, varias fiestas han dejado claro que ese poder ha cambiado. El lunes, dos acontecimientos de rivales de la prensa se contraprogramaron con resultados muy desiguales: el XV aniversario de La Razón contra la presentación de la nueva web de El Mundo. Ganó el periódico de Planeta por goleada. A su fiesta acudieron los Príncipes, tres presidentes del Gobierno -Rajoy, Aznar Zapatero-, el Consejo de Ministros casi en pleno, los barones autonómicos del PP, la oposición y una amplia representación de los grandes empresarios. Todo el Madrid versallesco -eso que algunos llaman el establisment y que Nicolás Sartorious califica como el «tinglado»- acompañó a Mauricio Casals y Francisco Marhuenda.

Por la presentación de El Mundo no pasó ni un solo ministro. Ni siquiera un secretario de Estado.

El jueves, otro acto social pasó lista en la derecha española: la presentación del nuevo libro de José María Aznar, también con Planeta. Allí estuvieron los que fueron sus ministros, sus últimos fieles: Piqué, Mayor Oreja, Zaplana, Acebes… También asistió, con un papel destacado como copresentador del acto, quien fuera su ministro de sindicatos, José María Fidalgo, que de la secretaria general de Comisiones Obreras ha pasado al aznarismo y la FAES, para vergüenza de muchos sindicalistas. ¿Por parte del actual Gobierno? Casi nadie, solo un secretario de Estado arropó al que todavía es presidente de honor del PP. Al día siguiente, Aznar advirtió al equipo de Rajoy que «tomaba nota» del plantón. El divorcio es ya tan claro como irreversible.

La soledad de Aznar, y la de Pedro J. Ramírez, tienen una causa en común: Rajoy. Es el presidente del Gobierno quien ha dejado a ambos fuera de juego. Con el director de El Mundo, la ruptura llega por el caso Bárcenas. A Pedro J. le ha salido caro. Ha perdido lectores, más de 8.000 se han pasado al ABC -tal vez por eso ya no se habla tanto de ese tema en sus páginas-. Pero la caída mayor no es en lectores, sino en publicidad institucional. La factura, también a favor de ABC, es millonaria, según el último informe de la AEDE.

En cuanto a Aznar, su soledad es la del otoño del patriarca. Al igual que Zaplana, o Chaves, o Bono, Aznar olvidó que ni siquiera el más dócil de los vasallos sería después leal cuando el poder fuese suyo. Aznar va desnudo. Cada vez que habla, o que escribe, deja en evidencia sus miserias: su rencor, su soberbia, su visión totalitaria de España y sus ciudadanos. Y en sus palabras demuestra que esa ruptura con Rajoy tiene poco que ver con la unidad de la patria o la doctrina Parot (¡él, que fue el presidente que más presos del «movimiento vasco de liberación» acercó a Euskadi!). Que su problema es que quería seguir mandando, y ya no manda.