EL RADAR

La sima

Las cartas enviadas a Entre Todos por musulmanes se centran en el 'por qué' de lo sucedido en París; los de quienes no profesan esta religión prefieren hablar del 'qué'

JOAN CAÑETE BAYLE

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Son bastantes los lectores que se declaran de fe musulmana que se han dirigido a Entre Todos a partir del atroz atentado terrorista en París contra la revista 'Charlie Hebdo', ya sea a través de cartas, ya sea a través de las redes sociales. Suelen ser jóvenes, lo que se llama segunda generación de la inmigración, y en su mayoría son mujeres, que en las fotos que nos envían o en sus avatares aparecen con hiyab. Su discurso tiene varios puntos en común: que nada justifica actos de violencia como el de 'Charlie Hebdo'; que el islam no es una religión de violencia, sino de paz; que están hartos de que se equipare a musulmán con terrorista; que se sienten señalados con el dedo por su religión; que no, que ellos no son 'Charlie Hebdo', que ellos no entienden que la libertad de expresión implique representar satirizar al profeta de su religión.

También se han dirigido a Entre Todos muchos ciudadanos que no son musulmanes para reflexionar sobre el horror acontecido en París. Son de toda edad y condición, y dejando de lado a los voceros del #StopIslam (el hashtag que hizo fortuna en España mientras en Francia se alzaba entre los trending topic #IslamNonCoupable), sus argumentos giran de forma mayoritaria sobre varias ideas: es necesario defender la libertad de expresión; el fanatismo religioso no tiene cabida en las sociedades libres; ante el islam, Occidente no puede ceder en avances logrados con mucho esfuerzo como es apartar la religión del espacio público; los musulmanes, por tanto, deben aceptar que la libertad de expresión implica representar y satirizar al profeta de su religión.

Los textos escritos por musulmanes se centran en el 'por qué' de lo sucedido en París; los de quienes no profesan esta religión prefieren hablar del 'qué'. Los musulmanes piden respeto a su fe; los  demás exigen respeto a las normas de convivencia; los musulmanes hablan de geopolítica, de historia, de Oriente Próximo, de Siria y de Gaza; el resto analizan lo sucedido en sí mismo: unos, en cuyo nombre los terroristas atacaron, escriben a la defensiva; los otros, por cuyas libertades los periodistas de 'Charlie Hebdo' y los policías murieron, escriben a la ofensiva. En estos términos, parece difícil que la conversación pueda encontrar terreno común. Pero sí lo hay, al menos en dos aspectos: en ambos casos se coincide en deplorar el asesinato de inocentes a manos de terroristas, y en ambos casos se aplica la libertad de expresión sin cortapisas ni tapujos.

En octubre del pasado año publicamos el reportaje 'No en su nombre'en el que reproducíamos la conversación que mantuvimos con cuatro musulmanes residentes en Catalunya sobre temas como el Estado Islámico, ser musulmán en Occidente, la integración y la construcción de la identidad de los jóvenes que forman la segunda generación, musulmanes en muchos casos nacidos aquí. Hubo un momento emocionante en la conversación cuando una de las participantes (Fatiha al Mouali, marroquí de Tánger de 41 años, vecina de Montornès del Vallès, técnica de acogida del Ayuntamiento de Granollers) dijo, los ojos humedecidos: "No quiero imaginar a mi hijo dentro de 10 o 15 años en televisión diciendo 'mamá, estoy defendiendo el islam no sé dónde'". Hablaba la madre de tres hijos, preocupada por el signo de los tiempos, desasosiego que los hechos de esta semana probablemente habrán agudizado.

Hay muchos enfoques (políticos, sociales, económicos, geopolíticos, históricos) para explicar lo sucedido en París. Pero es innegable que en la conversación pública se impone el argumento del choque de religiones. Esta idea llevada al extremo es la que engorda a un lado a los islamófobos y al otro, a los islamistas. Si a ello se le unen los otros factores (los políticos, los sociales, los económicos, los geopolíticos, los históricos), los agravios y los muertos, el resultado es la brecha, la sima, en la que vamos cayendo.