Al contrataque

La santa cena

ERNEST FOLCH

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La mayor genialidad de la política española contemporánea permanece de momento en el más estricto anonimato. Se produce con seguridad en una cena, los comensales son todos empresarios poderosos. Se reúnen muchas veces, pero pocos días como hoy: es una reunión muy discreta, esta vez para una cuestión exclusivamente política. Se produce en una mansión de una urbanización rica en las afueras de Madrid, algún día sabremos dónde. El calendario aprieta, y hay que hallar una solución urgente a las dos grandes amenazas: el 'procés' que empieza a estar fuera de control y 'el chico de la coleta', que temen que pueda terminar nacionalizándolos. Se barajan todo tipo de soluciones: uno habla de inyectar más fondos para el PP, aquel apuesta por fundar un partido, el otro habla de un nuevo líder: en la lista hay presentadores de televisión, deportistas, cantantes. Pero ninguna solución les convence.

Cunde el desánimo, empiezan a desesperarse. Hasta que nuestro genio contemporáneo encuentra la inspiración y en medio de la nada, se levanta con el rostro en trance, levanta la copa de vino y grita: «¡Ya lo tengo!». En el rostro se le dibuja una sonrisa maliciosa: «¡Lo teníamos delante de nuestras narices y no lo veíamos!». Finalmente pronuncia las dos palabras mágicas con una cadencia dramática: «A-l-b-e-r-t R-i-v-e-r-a».

Se produce un primer silencio de estupefacción, y de repente se oye un grito de euforia y todos aplauden. Lo que se activa a la mañana siguiente, es conocido: Rivera inicia una gira frenética y muy programada por las televisiones, limitándose a ejecutar el plan urdido en la santa cena. A partir de ahí, Podemos empieza a bajar y Rivera se dispone a convertir C's en el único partido de la oposición en Catalunya.

Marca blanca e incolora

La genialidad de este movimiento consiste en que no se nota, es silencioso y se hace sobre materia ya existente. Por una vez, que el político sea catalán no es un defecto sino una ventaja, que permite destruir el 'alien' independendista  desde dentro. Y a la vez, su aspecto inocuo permite poner en evidencia la radicalización de Pablo Iglesias. Nadie sabe qué piensa Rivera del aborto, la energía eólica o la guerra entre Israel y Palestina, y lo mejor es que a nadie le importa. Este segundo C's es perfecto porque no tiene ideología, o mejor aún, aparenta no tenerla.

Esta marca blanca debe ser muy neutra e incolora para, llegado el momento, lograr el tercer y último gran objetivo: diluirse en el PP y salvar sin que se note el partido carcomido por su propia porquería, tras haber salvado a Catalunya de los separatistas y a España de los comunistas. Esta semana, Rivera se daba su último baño de masas entre empresarios de élite. Estaban los organizadores de la santa cena y el genio, aún anónimo, que meses atrás levantó su copa y proclamó: «¡Ya lo tengo!».