Los cambios del electorado

La representación política

El sistema de partidos ha quebrado y da lugar a nuevas formaciones que responden al enojo ciudadano

PERE VILANOVA

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

La crisis de estos últimos años parece conllevar la erosión de uno de los pilares fundamentales del Estado de derecho: el principio de la representación política. Nuestros sistemas políticos se basan en la democracia representativa (partidos y elecciones), y solo de modo muy subordinado, contempla algunos mecanismos de democracia directa (el referendo). Y de unos años a esta parte, en el ámbito europeo, la actitud de los ciudadanos-electores hacia sus instituciones de representación política están tomando una extraña dirección. Esto ha sido visible en los últimos cinco años, mediante el envío de señales claras por parte de votantes cada vez más descontentos. En general, y con muy pocas excepciones (Alemania por supuesto), las elecciones han servido para echar al Gobierno, facilitando una suerte de alternancia «clásica», aunque resignada. En algún caso, como en Grecia, presiones de «fuera» (mercados, Bruselas) forzaron dos elecciones en menos de dos meses, porque las de mayo del 2012 no gustaron -ni dentro ni fuera de Grecia-, pero las del  junio siguiente,  más o menos tampoco.

Otras veces los ciudadanos fragmentan su indignación en direcciones no tan clásicas. Se dice que en las próximas elecciones europeas habrá un auge dramático de partidos antieuropeos, poniendo bajo una misma etiqueta a los conservadores británicos, los nacionalistas flamencos y Alba Dorada griega, que es un partido nazi. Francamente, no es lo mismo, y en el próximo Parlamento Europeo lo más preocupante será su escasa representatividad, que cae por debajo del 45%. Pero el Parlamento Europeo no es tan importante, de verdad.

Lo importante es que buena parte del descontento ciudadano se va, en elecciones nacionales (estatales), a extraños espejismos, a partidos-kleenex (de un solo uso) o a partidos-hooligan. Hace año y medio, los medios de comunicación auguraban al Partido Pirata alemán un auge espectacular, que desbordaría las fronteras alemanas, y sería una gran alternativa al tradicional eje derecha-iquierda, que ese partido considera superado. Después de entrar en el Parlamento de un par o tres Länder, el asunto se ha desvanecido o casi, con polémicas entre sus dirigentes -diligentemente despachadas en las redes- y denuncias de que varios de sus cuadros venían del NPD (nazi). Se les critica porque desde que entraron en las instituciones representativas, excepto hablar de y en las redes, no se han pronunciado sobre ningún tema de la agenda política, ni nacional ni internacional.

En las instituciones representativas cuesta mucho entrar, bastante  permanecer, y si sales, es casi imposible regresar. Un caso claro, salvo cambio de tendencia radical, de partido-kleenex. Otro ejemplo, este un caso claro de partido-hooligan, es el M5E o partido de Beppe Grillo, que se ha ido quitanto la careta y en estos últimos meses ha mostrado su verdadero programa: insultar a todo el mundo, hacer declaraciones machistas sin parangón (¡en Italia!), meterse con los medios, acusar a los ciudadanos de ser idiotas, etcétera.

Ni que decir tiene que Grillo, en pocos meses, ha tenido tiempo de provocar escisiones, expulsiones de disidentes y hablar sobre todo de sí mismo. El estilo y el lenguaje, como bien subrayaba un analista hace poco, recuerdan al Mussolini de los dos años anteriores a la toma del poder, en 1922. El símil no irá más allá, pero habrá que ver si en las próximas elecciones, un tercio de los votantes grillistas repetirán voto. Cuando uno considera que en Italia, cuna del Renacimiento, un tercio de los italianos ha votado a ese personaje, y otro tercio, a Berlusconi, el temor de que la crisis de la democracia representativa ha tocado fondo se vuelve bastante real.

De entre las novedades -y ello no prejuzga que se les ponga en el mismo cesto que los ejemplos anteriores- cabe mencionar el Partido X, nombre que se presta a chistes fáciles, pero que tiene una autopresentación curiosa (http://partidox.org), aunque como es lógico, a la espera de que pase varias veces por las urnas, sigue siendo un meló per obrir (por usar la expresión catalana de que es una incógnita). Una rápida mirada por su web indica una tendencia a sobreestimar el poder de las redes, y quizá al peso que  obtendrá a través de las mismas. La intención es buena, el lenguaje es claro y comprensible, y los temas que suscitan son atractivos, aunque te topas con algún concepto que a la gente de cierta edad nos inquieta: «tecnopolítica» (busquen en la red).

De momento, la democracia seguirá siendo representativa (partido/elecciones), la ciudadanía votará, quizá cada vez menos, quizá más indignada, pero ese invento no es fácil de sustituir, y si se quiebra, es el contrato social el que naufraga.