LAS VACACIONES DE .... Frankenstein

La realidad despedazada

Congreso en Praga  Frankestein La realidad despedazada_MEDIA_1

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EMMA RIVEROLA

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Escogió las mejores fotos y las compartió a través de Instagram. Pensó los tuits más ingeniosos, los estados de Facebook más impactantes y fue publicándolos con estudiada cadencia. La práctica le había llevado a conocer los entresijos de la red. Sabía las horas del día en las que recogería más respuestas. Dominaba los resortes para hacerse más visible. Se imaginó a sí mismo como el individuo capaz de conquistar a sus amigos virtuales. Todos esos seres que nunca había conocido en el mundo real, pero que le aportaban todo lo que no había encontrado en las personas de carne y hueso. A menudo, demasiado vulgares. Demasiado humanas. Limó sus aristas. Reservó su brillante pero mordiente ironía para los temas que sabía que concitarían aplausos generalizados. Calló el desprecio que sentía por la mediocridad, la enfermiza aprensión a mostrarse demasiado.

La cuenta de seguidores empezó a crecer de modo exponencial. Las reacciones de los admiradores le permitían ir ajustando los mecanismos de su personalidad virtual. Tres placas más de ternura. Una vuelta de tuerca de erudición. Tres toques de tragedia. Otros tantos de comedia. Sus pasos al principio eran un poco torpes, pero pronto adquirió una desenvoltura formidable. Gigantesca. Casi monstruosa. Obtuvo el éxito. Como nunca antes había imaginado. Se sintió amado y admirado. Había resucitado en una nueva vida. Absolutamente perfecta. Tan solo se prohibió volver a veranear a la cabaña del lago. Temía ver en sus aguas el naufragio de alguien muy parecido a él, pero real.