Al contrataque

La prueba del nueve

MANEL FUENTES

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Tras el «nou 9-N», según bautizó TV-3 la consulta popular, el president Mas tomó la palabra y se la jugó en su conferencia del Fòrum proponiendo una lista sin partidos, transversal, a favor del sí-sí, sin buscar sacar tajada más allá de la secesión, ya que dijo que él no se volvería a presentar y que en la lista podía ir en el primer lugar o en el último. Se diluían las siglas de CiU y también las de ERC y el resto, sobresaliendo los perfiles de las personas que salieran elegidas, mezcla de políticos y sociedad civil no adscrita a ningún partido. Audacia, generosidad y claridad en el resultado. Pero Junqueras, que estaba delante e hizo un ejercicio admirable de mímica y contorsionismo para no aplaudir nada al president, frunció el ceño y contratacó el martes pasado con una nueva propuesta.

En vez de una lista unitaria, tres. Compartiendo lema a medias y sin negociar nada con Madrid en caso de salir ganadora la independencia, sin aclarar cuál sería la mayoría necesaria para tal cometido (aunque se sobreentiende que debería ser absoluta, ¿no?). Sin banderas ni atriles y al lado del eslogan Un nou país (de momento con un solo nou), Junqueras se ganó a los suyos. Eso sí, a la mañana siguiente quien ya valoraba en las noticias la nueva propuesta era el dueto Forcadell-Casals, que sin someterse a votación por parte del pueblo parece que corta bastante el bacalao. El argumento de Casals a favor de la propuesta de Junqueras fue maravilloso: «Varias listas no está mal, porque hay gente que tiene urticaria de votar a según quien». Lo que le faltó decir es que si el lema es compartido en las tres listas, sería posible que luego el alérgico en cuestión se encontrase al susodicho en el Govern. Pero eso da igual. Engañémonos y hagámonos la vida más fácil para votar, que luego las contradicciones y complicaciones ya serán mayores.

A Ítaca sin negociar

Casualmente, ese día en el 3/24 también salió el exconseller Castells, poco sospechoso de españolista intransigente y que acertó a preguntarse en voz alta si alguien creía de verdad que se podía llegar a Ítaca sin negociar con Madrid. Nadie le ha contestado. Como Junqueras tampoco aclaró cómo se construye la Agència Tributària Catalana sin tener la información fiscal de los contribuyentes. Parece que el cómo no importa. ¿No será que algunos de nuestros políticos siguen haciendo cálculos para ver quién saca más tajada de la última oleada popular? Hace más de 30 años que esperamos una ley electoral catalana. Los expertos se han puesto de acuerdo en más de una ocasión, pero los partidos políticos la han frenado siempre. Siempre. Sacan la calculadora y piensan en votos y escaños.

Hoy las opciones más populares son las que pasan más apuros cuando en vez de hablar del adversario tienen que hablar de su proyecto y bajar al detalle. ¿Por qué será?