La primavera griega se abre camino

No es probable que el temor a un cambio político en Atenas condicione el resultado de estas elecciones. ¿Miedo a qué? Grecia está moribunda. Con una clase media empujada a la pobreza, en una de las economías más opacas de Europa y de las que genera más desigualdad, ¿a qué otros miedos pueden apelar quienes auguran el apocalipsis?

Nadie puede vivir eternamente desesperado y eso es lo que le está pasando a buena parte de la sociedad griega. Durante estos cinco años de agonía el ascensor social no ha parado de trasladar inquilinos desde la clase media a los sótanos de la exclusión. Uno de cada tres griegos no tiene cobertura médica, los comedores sociales están desbordados y las farmacias solidarias son la únicas todavía capaces de proporcionar algún alivio para tanto dolor.

Todo ha fallado. Por un lado, el Estado, controlado por unas pocas familias que se han ido repartiendo el poder y los recursos públicos de manera sectaria. La oligarquía ha hecho inviable el sistema, pero las políticas de austeridad de la UE y el retorno de los préstamos han acabado de empujar el país hacia el abismo hasta confirmar que hay infierno y que en Grecia es capaz de engullir a buena parte de su gente.

POLÍTICOS REBELDES

Hay muchas maneras de gestionar una crisis, pero solo hay una para no verla y que se enquiste, que es mirar hacia otro lado. Es lo que han hecho tanto sus élites políticas como Europa y es lo que ha dado alas a Syriza. Su discurso valiente anuncia el fin de una oligarquía absoluta, pero además, en un país cuya deuda monumental no hay quien la pague, la intención del partido de Alexis Tsipras de obligar a negociarla puede convulsionar también a Europa. Sin duda una apuesta arriesgada, pero cuando todo lo demás ya ha fracasado, no será el temor lo que condicionará el voto griego. Más bien al contrario, dar la confianza a un grupo de jóvenes rebeldes capaces de elevar a discurso público lo que una buena parte de la sociedad comparte en privado, de momento, suena a primavera.