La política griega ante la realidad

JOAN TAPIA

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

El pasado miércoles, un artículo de Francesc de Carreras reivindicaba la figura del exprimer ministro YorgosPapandreu. Afirmaba que cuando ganó las elecciones en el 2009 se encontró con un déficit público del 12,7%, muy superior a lo que certificaba el anterior Gobierno de la derecha. Dice Carreras que podía haber continuado con la ficción (no era fácil) pero decidió decir la verdad; tuvo que tomar medidas de rigor, su popularidad se hundió y en el 2011 tuvo que dimitir entre grandes protestas.

¿Deben decir los políticos la verdad a riesgo de perder el poder como dice Carreras? Al leerlo recordé la frase de Gramsci que Josep Pallach, entonces vilipendiadopor «socialdemócrata», puso en 1966 en la cabecera del clandestino Endavant editado en Perpinyà: «Decir la verdad es revolucionario».

Cuando Papandreu puso la verdad brutal sobre la mesa -que el anterior Gobierno había falseado sus cuentas-, los gobiernos europeos se conmocionaron y los mercados financieros cayeron en el pánico. ¿Y si en plena crisis bancaria Grecia y otros países no podían pagar su deuda? Nadie presta ya a Grecia, e Irlanda, Portugal y España tienen serios problemas. El parche es un préstamo de la UE y del FMI de 110.000 millones (igual al que Rajoy pidió para el rescate bancario) a cambio de impopulares medidas de austeridad para atajar el déficit y reformas para flexibilizar la economía. Surge la protesta social, los mercados siguen nerviosos y en el 2011 se pide un segundo rescate. Esta vez de 130.000 millones, una quita de 70.000 millones y más medidas de ajuste. La derecha griega se niega a apoyarlo (como hizo el PP con Zapatero en mayo del 2010), Papandreu se enfrenta a una radicalización de la protesta y vuelve a decir su verdad: para seguir adelante necesita que el pueblo griego apoye el rescate en referéndum.

Pero la UE se pone nerviosa y se revuelve. Como reveló hace un año Peter Spiegel en el Financial TimesSarkozy y Barroso le increpan en privado: no ha sido fácil darle 240.000 millones (se habló  incluso de pedir dinero a China) a tipos de interés bajos y plazos largos y él no puede poner la confianza en el euro a resultas de un peligroso referéndum.Merkel avala esta posición.

Papandreu tiene que dimitir porque, en base a la irritación de la UE, EvangelosVenizelos, su enemigo en el Pasok, pacta un Gobierno tecnócrata de plazo fijo y entonces sí -con Papandreu caído- la derecha de Samarás vota el rescate que antes decía inaceptable. Luego Samarás gana las elecciones sin mayoría y se ve obligado a un gobierno de coalición con el Pasok para cumplir las condiciones del rescate.

Pero el duro ajuste ha provocado grandes tensiones, se convocan elecciones anticipadas y Syriza, una coalición de izquierda radical (con semejanzas con Podemos), gana con el 36% de los votos (el 34% va a la derecha y a los restos del Pasok). Y obtiene casi mayoría absoluta por la prima de 50 diputados al ganador. Ahora el gran problema es que Syriza ha ganado gracias a unas promesas (abandonar el programa de rescate, una fuerte quita de la deuda y el fin de la austeridad) que no puede lograr sin ayuda europea. Y la gran mayoría de los gobiernos europeos -tan elegidos como Syriza- no están dispuestos. Y en una semana Varoufakis ha pasado de pedir una quita del 50% a un ingenioso plan de reconversión de la deuda (los grandes acreedores son hoy los países europeos) a un mixto de bonos ligados al crecimiento y de deuda perpetua. Primera rectificación. La segunda parece inminente. Grecia necesita que el BCE siga prestando y Draghi ya ha dejado claro que es imposible si Grecia abandona el rescate. Sin firma europea no hay garantías de recuperar los créditos.

El fondo del problema es que Alemania y los países del norte no pueden aceptar el plan Varoufakis de canje de la deuda (y la razonable disminución del superávit primario exigido al 1,5% del PIB) si el Gobierno griego toma una línea aventurista (a juicio de los gobiernos europeos). Con promesas electorales incumplibles, salvo que los créditos acaben siendo transferencias europeas permanentes. En Bruselas escandaliza, por ejemplo, la subida del 45% del salario mínimo, a 200 euros más que el portugués y 100 que el español. Creen que hará cerrar a muchas pymes. Y la readmisión de 10.000 funcionarios subirá el déficit y restará competitividad. Y el Bundesbank cree que Grecia se comporta como un cliente moroso que quiere renegociar su hipoteca y para empezar exige el cambio de director de la oficina (la troika) y que su contrate a su decorador. Creen que ceder sería hacer perder al euro toda su credibilidad.

Tsipras se enfrenta pues a una dura negociación para poder honrar algo (poco) unas promesas incumplibles. Syriza ha ganado negando la realidad. Mintiendo. Quizá a Grecia y a Europa las cosas les habrían ido mejor si Papandreu hubiera hecho su referéndum y los griegos hubieran escogido: rescate o salida del euro. En Alemania no lo creen. Entonces el euro no habría aguantado el Grexit. Irlanda, Portugal y España estaban bajo sospecha y hoy su situación es otra. Y Draghi tiene más armas para combatir la desconfianza de los mercados. Anteayer, Satandard & Poor's rebajó un grado la nota de la deuda griega y el miércoles hay una reunión clave de ministros de Economía de la UE. Atentos.