Al contrataque

La obra maestra

Lo que es seguro es que el soberanismo ha encontrado en Fernández Díaz su comodín salvador: entrevistarle

ERNEST FOLCH

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Cuando ya no hay esperanza, Fernández Díaz. Cuando hay dudas, Fernández Díaz. Cuando todo parece perdido, Fernández DíazLa solución a los problemas del soberanismo no es ni la ANC ni Òmnium, ni Mas ni Junqueras: basta con una entrevista al ministro de Interior para que un nuevo incendio dé esperanzas a los más incrédulos del lugar. El héroe del procéses este ministro que reaviva y guarda la llama del soberanismo con el mismo cuidado que alguno de los entrañables homínidos de En busca del fuego, y el delirio es que resucita lo que dice querer apagar. Después de su hit internacional sobre los conflictos en las comidas de Navidad en Catalunya, ayer se descolgó, en una entrevista de Mònica Terribas, con la que será probablemente su obra maestra. Sin que mediara ninguna pregunta ni hiciera falta ningún estímulo añadido, sacó de la nada, como solo pueden hacerlo los grandes genios, el vínculo sensacional entre yihadismo y soberanismo. Para argumentar la última ocurrencia, se sacó de la manga la teoría estrambótica por la que la fundación Nous Catalans captaba a «musulmanes extremistas», por supuesto sin ninguna prueba, como ya hizo con la cuenta suiza de Xavier Trias, que evidentemente nunca apareció. Pero Fernandez Díaz no es solo un excelente humorista sino que encima domina los tiempos: su exabrupto surgido del más allá es casualmente emitido y sin que venga a cuento, mira por dónde, el día en que se detenían a 10 yihadistas en Catalunya. Pero para entender con profundidad la obra maestra que escupió ayer el ministro hace falta remontarse a sus orígenes.

Dos obsesiones

Y es que en esta sonada conexión entre independentismo y terrorismo islámico se cruzan diabólicamente sus dos obsesiones legendarias: sus raíces ultracatólicas por un lado, selladas por su militancia en el mismísimo Opus Dei, y sus convicciones ultrapatrióticas por otro. De este cóctel espectacular es de donde sale su última frase para la historia, que quizá meditó en alguno de sus célebres rezos en el Valle de los Caídos. Es decir, el ministro no solo perpetró uno de sus chistes sino que en realidad estaba cerrando un círculo personal y vital. La prueba de que por fin todo cuadra es que sus intereses coinciden al final con los de la mayoría que insinúa detestar, porque el efecto de sus palabras no es otro que el de empujar un proceso moribundo y unir otra vez el debilitado flanco soberanista. El problema es que Fernández Díaz se ha puesto el listón tan alto que, como los récords imposibles de Sergei Bubka, va a ser casi imposible superar: no descarten todavía que su prodigiosa imaginación encuentre algún día el enlace entre el 9-N y el copiloto de Germanwings. Lo que es seguro es que el soberanismo ha encontrado su comodín salvador: entrevistarle.