El debate sobre la estructura administrativa

La nueva importancia del territorio

A mayor globalización, más necesario es contar con enclaves territoriales preparados y articulados

JOAN SUBIRATS

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Se celebró el domingo un referéndum importante en el Moianés. Se consultaba a la población de los diez municipios consorciados de ese territorio si aceptaban su conversión en comarca. Algo parecido está en marcha en el Lluçanès, en una consulta prevista para finales de julio. Hay movimientos significativos en lo que hoy son las dos comarcas del Vallès para explorar la posibilidad de articular mejor una realidad territorial común. Por otra parte, los alcaldes de Manresa, Berga o Solsona debatieron en el programa El balcó (Cadena Ser) la posibilidad de avanzar en una mayor integración de lo que se denomina la Catalunya central.

Quedan pendientes procesos más o menos similares, de autoidentificación comarcal, como el Penedès, o de reforzamiento de lógicas de colaboración y mayor integración de servicios en las comarcas pirenaicas. Estamos en pleno ajuste de los espacios territoriales en Catalunya. Las diputaciones, a pesar de sus problemas de legitimidad, siguen teniendo su papel. Las comarcas malviven con muchas diferencias entre ellas en lo concerniente a servicios. Las veguerías apenas si son algo más que una previsión estatutaria, con la excepción de Terres de l'Ebre, que ha ido avanzando en concretar funciones y espacios institucionales. Pero, lo que resulta indudable es que a falta de impulso institucional, atareados como estamos por un procès (Catalunya-España) que lo domina todo, las fuerzas vivas de muchos enclaves territoriales no se contentan con esperar órdenes y buscan, de manera más formal o informal, salida propia a las muchas tribulaciones actuales. Desde mi punto de vista, la novedad de esos acontecimientos reside en que las dinámicas de innovación pueden ir más de abajo hacia arriba que no al revés. No es la primera vez que todos estos temas de articulación y distribución territorial de poder y competencias se plantea. Es algo que venimos arrastrando desde la transición y que ha visto florecer y marchitarse muchos proyectos de reforma construidos por expertos y especialistas de todo tipo. Podríamos hacer paralelismos con la tan manoseada ley electoral propia, pero en este caso la dinámica local y comarcal cuenta más que la dinámica estrictamente partidista.

La gente no puede esperar a que suene la flauta. Los problemas se acumulan. Temas de movilidad intra y extraterritorial. Temas de desarrollo local específico a partir de las propias potencialidades o de oportunidades que se perciben y que no pueden dejarse escapar. Dinámicas urbanísticas que se han ido estableciendo más por acumulación que por perspectiva estratégica. Cuestiones energéticas y de recursos básicos que en muchos casos transitan por el territorio o emanan del mismo, pero que no dejan rastro en el mismo. Problemas de estructura educativa que se acople mejor con los recursos y posibilidades de cada sitio. Temas vinculados a una cobertura sanitaria que permita afrontar riesgos de manera eficiente. Cuestiones relativas a cómo se afronta el envejecimiento poblacional con medios adecuados para encarar dispersión poblacional o falta de equipamientos. O, por no alargar la lista, con la cuestión clave de la red de conectividad digital en zonas de bajo interés para las compañías de telecomunicaciones. Todo el mundo empieza a ser consciente que cuanta más globalización, más importancia tiene contar con enclaves territoriales preparados y articulados para afrontar un futuro que rompe esquemas anteriores de intermediación centralizada.

Las dinámicas de innovación tienen hoy en el mundo lógicas muy territoriales. Y se necesita tejer recursos y potencialidades para aprovechar lo que cada territorio tiene de específico e irrepetible. La estructura administrativa del Estado y de la Generalitat no ayudan a ello, ni tampoco la recentralización que provocan las políticas de austeridad. La fragmentación de los gobiernos locales no es funcional. Las divisiones territoriales de seguridad, emergencias, justicia, sanidad, educación, justicia o servicios sociales (para poner algunos ejemplos) no coinciden. Y así no hay manera de trabajar en red ni de buscar sinergias y establecer lógicas integrales y transversales. Hoy se habla de inteligencia territorialpara referirse a la capacidad de trabajar de forma específica y autónoma desde cada realidad, sin jerarquías ni imposiciones, reconociendo la identidad de cada unidad pero poniendo de relieve la necesidad de colaborar y compartir.

La dinámica necesaria es democrática, horizontal, con protagonismo ciudadano y con capacidad de decidir desde y para el territorio. Veremos si seremos capaces de articular mejor las necesidades colectivas y nuevas estructuraciones territoriales más allá del movimiento de las élites para recomponer su dominio.