La clave

La nueva esfera pública

ALBERT SÁEZ

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Artur Mas y Oriol Junqueras han pedido disculpas por el espectáculo que han dado en las últimas semanas. La negociación de los pasos a seguir tras el 9-N por parte de quienes pretenden culminar un proyecto independentista en Catalunya ha tenido momentos dramáticos, escenas de sainete, aromas de 'Poltergeist' y episodios delirantes. Mas y Junqueras se intercambiaron en una tarde una carta, un sms, un wasap y un par de ruedas de prensa. A la vista de todos. La coyuntura hace que los independentistas lo entiendan como el reflejo de la gravedad de las decisiones que manejan mientras que los antindependentistas lo consideran un síntoma más de la inconsistencia del asunto.

Si levantamos unos metros el punto de vista, veremos que en este episodio -como en el conjunto del debate soberanista-conviven trazos de la vieja y de la nueva política. Ahí está Mas con un pie en el 'caso Pujol' y otro en el proceso participativo del 9-N. Es solo la antesala del momento constituyente que se puede dar en España en el 2016.

Nuevo paradigma

Tres elementos caracterizan el paradigma comunicativo de la nueva política: la horizontalidad, la transparencia y la autenticidad. Mas y Junqueras ya se han acostumbrado a compartir mesa con Forcadell y Casals. Y empiezan a comprender que las cumbres secretas tienden a ser imposibles en la era digital. Por eso, cuando uno filtra la reunión, el otro acaba aireando los sms en la red. Lo que les ha faltado en este caso ha sido algo más de autenticidad.

Un partido político -lo explica estos días con meridiana claridad el mismísimo Pablo Iglesias- existe para conquistar el poder. Para otras cosas, existen otras instituciones. Cuando la hoja de ruta soberanista ha abordado el capítulo de las elecciones, los partidos -legítimamente- se han puesto a echar cuentas. CiU ha defendido la lista única también porque piensa que le permite obtener más poder dada la precariedad de su marca. Y ERC no puede renunciar a la primera de cambio a conquistar el poder tras 30 años en la oposición o siendo minoría en gobiernos de otro color. La transparencia sin autenticidad roza el ridículo.