La clave

La mirada de Bretón, el parricida

IOSU DE LA TORRE

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El viernes 12 de julio del 2013 se recordará como el día en queJosé Bretónse coló en miles de casas. El diablo se instaló en el salón servido por los telenoticias, las conexiones con la Audiencia de Córdoba y por el bucle informativo de los canales 24 horas. Como una tortura programada, cada 30 minutos, el rostro de serpiente que no pestañea irrumpía en la pantalla. Esos ojos escrutadores, que miran y no miran al mismo tiempo.

¡Zapea, mamá, zapea! Hubo que proteger a los niños del espantajo y llevarlos a jugar lejos del comedor. Que no contemplaran a Saturno después de devorar a sus hijos.Bretónseguía ahí. Ni apagando el televisor desaparecía el escalofrío inoculado con la pose estática del personaje falsamente desvalido. Escoltado por un policía rapado, mientras llegaba la voz del jurado que numeraba cada una de las conclusiones que le señalaban como culpable del asesinato de sus dos hijos, criaturas de 7 y 2 años. Inmutable junto a un abogado superado por los tics.

¡Zapea, mamá zapea! Y aunque cambiaba de canal, la imagen perduraba mientras aún nos preguntábamos cómo es posible que un padre fuera capaz de narcotizar a sus hijos para luego trocearlos y quemarlos para vengarse de su exmujer, lasantaRuth.

Pues es posible. El demonio existe y puede estar muy cerca. No el que los curas y las monjas dibujaban con cuernos y rabo, sino seres de apariencia normal, con cara de lelo que esconde el instinto asesino.Bretónno está loco. Cuesta de aceptar los estudios psiquiátricos que destacan un elevado coeficiente intelectual y descartan trastorno mental. Siempre supo lo que cometía.

Vuelve a sentirse el escalofrío en el salón de casa.

Vivir sin televisor

La noche del miércoles, en un programa de TV-3 apareció una familia numerosa que vivía sin tele. Debían conocer los peligros que oculta. Viendo al asesino de Córdoba recordé al hijo de una amiga la tarde interminable del 11-S. El crío de 7 años, saturado por la multiplicación de las imágenes, preguntó: «¿Cuándo dejarán de estrellarse tantos aviones contra las casas?»

¡Zapea, mamá, zapea!