DESDE 1977

La memoria artificial

Lo que quede de nosotros depende de algoritmos informáticos cuya lógica se nos escapa

LLUCIA RAMIS

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Alguien pirateó mi primera cuenta de Hotmail. Era la de Trencasomnis. Así me llamaban entonces por una tendencia que tenía a cargarme la ilusión de los demás. Compartí 'e-mails' larguísimos con amigos y amantes y amores durante más de diez años. Entonces lo criticaba todo, lo cuestionaba todo y me creía la mejor. Era insoportable verbosa. Un día quise entrar en aquella cuenta por nostalgia, pero la bandeja estaba vacía. Una parte de mí había desaparecido.

Otro día mi ordenador se fundió. Fui al servicio técnico. Recuperaron muchos documentos, pero las fotos no. Fotos en Croacia, San Francisco, Nueva York. No quedaba ni rastro. Tuve vértigo. Por un misterio indescifrable, solamente se salvaron las de los viajes que hice con un chico. Estamos en Mallorca, Sri Lanka y Portugal. Hice fotos antes y también después, con otras personas, en otros sitios. Pero esas ya no existen. Ese chico y yo cortamos y, por un capricho digital o binario, mi ordenador solo se acuerda de él.

El periodista Jeff Jarvis dice que Google Facebook conocen mejor nuestro contenido que nosotros mismos. Pienso en esos departamentos de Recursos Humanos que creen saberlo todo de mí a través de los tuits que hago, las opiniones que publico o lo que colgaba en Facebook, donde me casé con mi mejor amiga, que firma con seudónimo. Luego me hice pública para que desapareciera mi historial y apenas lo utilizo. Me pregunto cuántas caras es capaz de recordar una persona. También me pregunto qué cara borraré de mi memoria cuando reconozca la tuya.

¿Cuántos datos puede gestionar el universo virtual? ¿Por qué guarda unas informaciones y destruye otras? ¿Cuál es el criterio? Es curioso. Lo que quede de nosotros no está en nuestra cabeza ni en los ojos de los demás, ni en los álbumes de fotos ni en los dietarios, ni en lo que hemos aprendido. Lo que quede de nosotros depende de algoritmos informáticos, en absoluto humanos y cuya lógica se nos escapa. No me asusta la inteligencia artificial, sino su memoria.