La clave

La mala suerte de Izquierda Unida

JUANCHO DUMALL

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Si hay una formación política con la que la historia ha sido injusta, esa es Izquierda Unida. Es cierto que la federación de partidos de izquierdas ha pagado sus divisiones internas y los errores estratégicos cometidos por algunos de sus dirigentes, pero también lo es que como fuerza política ha sido víctima de una ley electoral que favorecía el bipartidismo. Lo dramático para IU es que, ahora que ese bipartidismo se resquebraja, otra marca, la de Podemos, le ha robado la cartera y aparece como una fuerza triunfadora defendiendo postulados no tan lejanos a los que hoy sostiene la veterana formación nacida en 1986 sobre los cimientos del PCE al calor del referéndum de la OTAN.

El barómetro del CIS publicado ayer relegaba a IU a la cuarta posición con un 5,2% de intención de voto. Muy lejos del 23,9% que la encuesta concede a la formación de Pablo Iglesias. Y cuidado, porque los últimos episodios de desavenenecias internas, especialmente en la organización madrileña, no auguran nada bueno para la formación.

Apéndice de 'la casta'

Una de las causas de que IU no haya resistido el ímpetu de Podemos tiene que ver con que sus siglas forman parte, para bien y para mal, del sistema político surgido de la Constitución de 1978, un modelo que muchos consideran ya amortizado. El difícil juego de coaliciones -IU ha apoyado al PSOE en Andalucía y al PP en Extremadura- y la implicación de algunos de sus representantes en los chanchullos de las cajas han terminado por hacer aparecer a la organización como un apéndice de la casta. Mal asunto.

Pero el colmo de la mala suerte para IU es que cuando un partido hermano, Syriza, alcanza el poder en Grecia, quien capitaliza el éxito histórico en España vuelve a ser Podemos, por más que Alberto Garzón y otros dirigentes se desgañiten reivindicando que ellos son los Tsipras genuinos del país.

El próximo ciclo electoral será un ser o no ser para IU, que tiene tres opciones: un rearme ideológico con renovación de liderazgo, de incierto futuro; una integración ordenada en Podemos, y una batalla interna por las migajas que puede resultar catastrófica.