La liquidación

JOAN BARRIL

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

De la misma manera que lo más importante del domingo es el sábado, lo más amargo de la fiesta es su final. Los romanos ya decían con buen criterio aquello de 'post festum, pestum et post coitum, tedium'. Tras la fiesta y sus excesos llega el vómito y la fetidez y tras el amor de urgencia llega el aburrimiento. Se acaban las fiestas de la Mercè y uno se pregunta sobre si todo cabe en una fiesta urbana. En el campo, las fiestas mayores significaban la alegría de las cosechas. Pero la ciudad -ya lo dijo Arribas Castro- es un millón de cosas. Y se da por supuesto que ese millón de cosas van a caber en una semana de excepción.

Hay motivos para buscar todos los secretos de la actividad ciudadana. Demasiado para Barcelona, diríamos. Demasiada cerveza, demasiada música, demasiado deporte, demasiadas manifestaciones folclóricas, demasiada gente. O tal vez no. Tal vez lo que nos ofrece una ciudad en fiestas es el muestrario de cómo hemos llegado hasta aquí. Nuestra ciudad se convierte en la ciudad de todos y de todos los tiempos. Antes de toda esa gente que recorre cabalgando las calles tuvimos un campeón olímpico llamado Lucio Minicio Natalis. Antes de los gigantes aparecieron los enanos. Antes de los 'correfoc' se prendieron las mechas reales de la ira. Todo forma parte de nuestra historia. En eso debe consistir la fiesta mayor de la ciudad. Se trata de una condensación de los años y de las experiencias. Hoy se nos aparece como un espectáculo, pero en realidad el espectáculo somos nosotros, esos barceloneses que en su día fueron apestados, perseguidos, sitiados y bombardeados, víctimas y verdugos. Y hoy, ya ven, carne de cañón turístico.

Tras la Mercè ya no nos queda más que el recuerdo de lo vivido y la esperanza de lo que nos queda por vivir. El alcalde canta las excelencias cívicas de una ciudad resignada, la pregonera recuerda que la vida nos ha hecho infelices, la corporación municipal decide creer en un futuro mejor, lo privado se impone a lo público pero lo público se va disolviendo como azucarillos de un tiempo que tal vez fue mejor. Los guardias urbanos caen en los prostíbulos y las aceras crecen para acoger la confortable sensación del café compartido. Esta ciudad es la gran encantadora. Y eso es lo que se debe celebrar con la presencia de la Mercè sobredimensionada sobre su cúpula frente al Registro Civil.

La ciudad tenaz

Pasan las corporaciones y se escuchan los silbidos de ciudadanos escépticos. Todo cabe en esas fiestas dónde se tira la casa por la ventana y se convoca la felicidad de aquellos que ya no son del todo felices. La teoría de Barcelona se basa en la tenacidad de su práctica. Barcelona resiste por encima del ejército de lateros que nos invade. Se acaban las fiestas y llega la razón de los días laborables. Dentro de un año los jefes de la ciudad tal vez serán otros, pero también formarán parte de nosotros. La virgen de la Mercè, no por ser virgen, deja de tener cuidado de aquello que somos. Estamos muriendo de éxito y ahora nos hemos vuelto huraños y desconfiados. Se acaban las fiestas, pero la ciudad no se hunde. Señal de que la vida continúa legislatura a legislatura, a la espera que los gigantes dejen de ser de cartón y vuelvan a ser de carne y hueso.