Peccata minuta
La infanta rampante
Una de las expresiones más repetidas durante estos últimos días por los medios de comunicación es la palabra rampa, aquel «elemento arquitectónico que tiene la funcionalidad de circunvalar parcialmente dos planos distintos, de modo que estos posean una relativa diferencia de altitud en determinado espacio». Quizá estos dos planos distintos de los que habla la definición del diccionario sean la realeza y la realidad. La gran pregunta es: ¿debe la infanta Cristina superar este tremendo desnivel que separa dos superficies en coche o bien como ciudadana de a pie? Y la otra pregunta sería si lo real y lo real pueden llegar a encontrarse (en un juzgado, por ejemplo, y atenerse a idénticos derechos y deberes que todo quisqui) o si siempre han sido, son y serán dos líneas paralelas sin la menor posibilidad de coincidir en ningún punto.
Cristina decidió vivir su vida lejos de la oficialidad monárquica, se trasladó a Barcelona para trabajar en La Caixa y se enamoró de un deportista vasco con el que comparten hijos que hablan catalán. Todo era ejemplarmente ejemplar hasta que el Vagabundo Urdangarin, tal vez avergonzado por no poder brindar a su Dama las atenciones propias de su rango, decidió aprovechar sus influencias familiares para no ser menos que aquellos con quienes se codeaba. A eso se juntó el safari elefantiásico, la precaria pero enamoradiza salud del Rey, y una institución que había sido mayoritariamente respetada (o ignorada) por la ciudadanía ha pasado en poco tiempo a caer en el peor de los descréditos. El Rey da a conocer sus ingresos, pocos céntimos por súbdito, pero no su fortuna personal. La imagen de la Monarquía también se desliza día a día rampa abajo. ¿Podrán enderezarla los discretos Felipe y Letizia o bien España mañana será republicana?
Cristina ha optado por ser defendida por un catalán, el padre de la Constitución Miquel Roca Junyent, con quien se reúne horas y horas para preparar su defensa. ¿Por qué tanto ensayo y preocupación si ella se siente y declara inocente? ¿O bien la cosa consiste en pasearse como un ratón entre los agujeros legales del queso y refugiarse en ellos, burlando así las culpas? Figura que todos somos iguales ante la ley, pero no ante la sagaz capacidad de escapar a sus efectos.
Mejor sentada
Me da igual que la infanta descienda hoy por la rampa a pie, en patinete o en coche de caballos, aunque, pensándolo bien, mejor que lo haga sentada, porque a lo peor, a pesar de estar muy serena, por aquello de los nervios de no saberse la lección, bajando la rampa le da una rampa, se cae, tienen que llevársela al hospital y ¡con las ganas que ella tiene!, no podría declarar.
- Barcelona, “decepcionada” y “preocupada” por que la Generalitat anuncie una desalinizadora flotante en el puerto sin avisarle
- García-Castellón y Gadea dejarán sus plazas en la Audiencia Nacional y Pedraz sopesa hacerse con el juzgado del Tsunami, por Ernesto Ekaizer
- El invierno vuelve por Sant Jordi: los meteorólogos alertan del fenómeno que nos espera la próxima semana en Catalunya
- El presidente del PP de Esplugues coló durante años facturas personales como gastos del partido para pagarlas con dinero público
- Airbnb aconseja a los propietarios que no anuncien las piscinas en sus alojamientos turísticos
- Vuelve Moisés a Pasapalabra: el concursante desvela los problemas que sufrió en el pasado y por los que tuvo que abandonar el programa
- DANA a la vista: estas serán las zonas más afectadas
- Sumergir los pies en vinagre, la nueva tendencia que arrasa: estos son sus beneficios