MI HERMOSA LAVANDERÍA

La imposibilidad de un secreto

ISABEL COIXET

ISABEL COIXET / periodico

ISABEL COIXET

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

El último tipo que se ha hecho rico (billonario ya) gracias a la debilidad de los demás es un californiano de 26 años, Michael Heyward, al que se le ocurrió hace un par de años la idea de crear una aplicación llamada Whisper (murmullo). La gente se baja la aplicación y de manera anónima puede confesar sus más oscuros (o claros) secretos. Según su artífice, lo que le movió a crearla fue "consolar a la gente que no recibe tuits cariñosos o fotos por Instagram de sus amigos, la gente que se siente verdaderamente sola y puede sentir que hay mucha más gente de la que cree en su misma situación". La última actualización de la 'app' también permite contar secretos según diferentes apartados: incesto, violación, familia, drogas, matrimonio, homosexualidad... incluso permite hacerlo según determinadas zonas territoriales.

Es un catálogo de lo peor y más bizarro de la naturaleza humana. Testimonios de incestos nunca revelados, violaciones, fines de semana donde el sujeto en cuestión se ha gastado el sueldo de los próximos meses en drogas y alcohol, soldados homosexuales en Kandahar que se hacen heridas a sí mismos para poder ser licenciados, esposas infelices, maridos que le roban la ropa interior a sus esposas y obligan a prostitutas a llevarla. Tambien hay secretos infantiles, madres que confiesan leer los diarios de sus hijas de 10 años, adolescentes que confiesan que han mentido cuando les han contado a sus amigas que han perdido la virginidad. "Lo importante no es el anonimato, sino la posibilidad de descargar ese gorila de 800 kilos que llamamos nuestra identidad", señala Heyward, su creador. Para mí Whisper es un penoso compendio de aberraciones, penas en silencio, soledad abismal y la demostración que la iglesia católica no iba tan desencaminada cuando inventó la confesión. Pero las confesiones de Whisper no llevan a ningún sitio, no hay ni siquiera la promesa de perdón o un leve atisbo de redención. Mucha gente (me incluyo) entra en Whisper no para confesarse, sino por el morbo de ver hasta dónde los otros pueden degradarse, igual que miramos la parada de los monstruos de los programas del corazón.

La sensación que tengo al leer los secretos de Whisper es que la persona que los ha publicado va a remolcar una doble carga a partir de ese momento: la misma que llevaba y una suplementaria: la de la sospecha que su secreto no va a estar a salvo mucho tiempo. Porque el mundo del 'hacker', que ya es capaz de entrar en la nube a por fotos de actrices desnudas (es curioso que, de momento, no hayan 'hackeado' fotos de actores desnudos, pero ese es otro tema) no va a tardar en entrar en la nube de Whisper y acabar con el anonimato de sus miembros. Pero para entonces Michael Hayward ya estará en Bermudas, tumbado en una hamaca con un daiquiri de fresa y rumiando qué va a hacer el resto de su vida con los millones que ha ganado con Whisper.