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La hostia del Papa

LLUCIA RAMIS

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«Imagínate qué le harían a un tipo que se meara en la Virgen durante la procesión de Semana Santa en Sevilla», comenta un amigo. Sin justificar los atentados contra el semanario satírico 'Charlie Hebdo', entiende mejor la ira del fervoroso que una provocación para él gratuita. Mientras, al papa Francisco se le va la mano con su ejemplo al declarar que, si alguien dijera algo malo de su madre, puede esperar un puñetazo.

Ambos casos apelan a lo comprensible. A la madre de uno, ni mentarla, y hay cosas que son sagradas. Es curioso que en una sociedad cada vez más laica se explique mejor la reivindicación del creyente que la del escéptico, de quien se espera que renuncie y sea condescendiente: si no crees, te da igual; casémonos por la iglesia. Las tradiciones se respetan por encima de las decisiones racionales porque, como son racionales, sabrán adaptarse a las otras, que no admiten cuestión. En caso de conflicto, la fe gana. El dogma se impone.

Unos crean seres superiores y consideran que sus creencias también lo son; otros tienen sus razones para desacreditar a quienes crearon a su propio creador. Antiguamente se llamaban herejes y ardían en la hoguera. Hoy todo dios blasfema. Te cagas en Messi, en los políticos y en la madre que te parió. Pero a la hora de la verdad, todavía existen algunos símbolos intocables, como Mahoma, la Virgen o las banderas.

Incluso los escépticos llegaron a creer que el papa Francisco les entendía. Pero su resbalón de la semana pasada fue sonado. Si comulgas con él, te da una hostia y si no, también. Claro que insultar a una madre es ofensivo. Y eso resulta extrapolable también a dioses, naciones y equipos. De ahí vienen las peleas y las guerras, del comprensible puñetazo. Lo comprensible está más cerca de la justificación que lo incomprensible.

Y ahí radica el poder de las religiones incluso en una época laica en la que derechos y libertades procuran evitar la intolerancia y el ojo por ojo: es incomprensible que las critiques o las ridiculices. Para qué te metes, si total no crees.