La hoja de ruta de Mas y Junqueras, en punto muerto

El "mandato democrático" que buscaba el independentismo en Cataluña se ha quedado a medias, con una victoria que solo alcanza la mayoría absoluta con la CUP, lo que complica la gobernabilidad y el camino hacia la independencia. Convergència, el partido de Mas, sale muy debilitado del 27-S al pasar de 62 diputados en 2010 a solo 30

JOSÉ ANTONIO SOROLLA

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

El soberanismo catalán quería un "mandato democrático" para revalidar la hoja de ruta hacia la independencia. Ya lo tiene, pero no es ni mucho menos completo. Con los 62 escaños obtenidos por Junts pel Sí (JxS), la lista que se formó con la agrupación de CDC, ERC y las entidades soberanistas, no se llega ni a la mayoría absoluta, fijada en 68 diputados, y es imprescindible contar con los 10 diputados de las Candidatures d'Unitat Popular (CUP) para que el proceso no descarrile. La victoria independentista es indiscutible para gobernar, pero insuficiente para declarar la independencia.

Quienes durante estos años tanto se han mirado en el espejo escocés, harían bien en no deformar las imágenes que en él se reflejan. En Escocia, el Partido Nacional Escocés (SNP, en sus siglas en inglés), de Alex Salmond, solo obtuvo la mayoría absoluta en escaños en 2011, cuando logró 69 diputados de un total de 129. A partir de entonces, y solo entonces, es decir, con el "mandato democrático" de la mayoría absoluta ya en sus manos, el SNP se empleó a fondo para conseguir un acuerdo con el Gobierno de Londres para organizar un referéndum, que se celebró hace un año y que los independentistas perdieron por 10 puntos.

ESCOCIA AL REVÉS

Aquí, en Catalunya, se ha querido hacer exactamente al revés. Sin un "mandato democrático" de las urnas, empujados por la euforia manifestante --ahora se ha demostrado que los dos millones de la Via Catalana, de la V o de la Meridiana eran una cifra imposible--, Artur Mas y su Gobierno empezaron a preparar documentos y planes sobre la "transición nacional", "estructuras de Estado" y "hojas de ruta" con el argumento --cierto-- de que el Estado no permitía hacer un referéndum. Pero antes era necesario ese "mandato democrático" del que se carecía --y que se obviaba--, el mandato que ahora se ha conseguido a medias.

A medias porque el plebiscito en que Mas y el líder de ERC, Oriol Junqueras, quisieron convertir las elecciones autonómicas lo han perdido. Las fuerzas independentistas (JxS y CUP) sumaron el 47,74% de los sufragios emitidos, menos de la mitad, y eso es una derrota en votos aunque ahora haya empezado una operación para apropiarse de los votantes de Catalunya Sí que es Pot (CSQEP) y de Unió Democràtica (casi 470.000 votos).

Tanto TV-3 como la prensa independentista han presentado los resultados del plebiscito en tres apartados: el 'sí' (JxS y CUP), un supuesto 'sí-no' (CSQEP y Unió), a la manera del 9-N, y el 'no' (Ciutadans, PSC y PP), El intento de apropiación es tanto más burdo cuanto la coalición CSQEP y todos los que no propugnaban explícitamente el 'sí' fueron equiparados por Mas durante la campaña electoral con el PP y con José María Aznar.

La apropiación es además fraudulenta porque lo que diferencia a Junts pel Sí de la coalición integrada por Iniciativa per Catalunya (ICV) y Podemos --y también de Unió-- es que estas dos últimas fuerzas siguen defendiendo el referéndum del "derecho a decidir", consulta a la que Mas y Junqueras renunciaron al suscribir la hoja de ruta del mes de marzo pasado.

LA CUP, MÁS COHERENTE

Esta renuncia es precisamente el mayor error del independentismo, ya que limita la posibilidad de alianzas, estrecha el campo soberanista y se aparta del camino seguido en Escocia --y en Quebec--, saltándose, como dice su jerga, una pantalla para pasar directamente del insuficiente "mandato democrático" a la declaración y la proclamación posterior de la independencia exprés, en una quema de etapas alejada de la realidad.

Pese a su radicalismo antisistema, la CUP es mucho más sensata y coherente porque no ha tenido empacho en reconocer que el plebiscito "no se ha ganado", que es otra forma de decir que se ha perdido, y en admitir que el resultado electoral invalida la declaración unilateral de independencia (DUI).

Mientras la CUP afirmaba eso, el portavoz de ERC aseguraba que no era el momento de recuperar el referéndum del "derecho a decidir" porque "el plebiscito ya se ha hecho", pero se olvidó de decir que se había perdido. Sin embargo, el regreso a la demanda del referéndum es una alternativa real si el independentismo quiere ampliar el campo del sí.

Esos potenciales votantes del sí se encuentran precisamente entre los que han apoyado ahora a CSQEP o a Unió, que pueden inclinarse hacia la opción de la independencia sobre todo si desde el Gobierno del PP o del que salga de las próximas elecciones generales no se produce ninguna oferta que legitime la tercera vía.

En esas condiciones, el independentismo tiene aún potencial de crecimiento. Se equivocan quienes en Madrid --y en Barcelona-- creen que el resultado del 27-S es una derrota para un soberanismo que habría tocado techo. Casi un 48% del voto independentista con una participación tan alta (77,4%) no puede menospreciarse en absoluto.

GOBERNAR, NADA FÁCIL

Pero, por el momento, el "mandato democrático" solo sirve para gobernar. Y en este aspecto las cosas no van a ser tampoco nada fáciles para Junts pel Sí porque la CUP rechaza la reelección de Mas, el candidato de JxS, aunque fuera de número cuatro en la lista, y empieza a poner unas condiciones que aúnan el radicalismo y la extravagancia. Sirva como ejemplo de esta última la idea de que Catalunya tenga una "presidencia coral" o colegiada integrada por cuatro personas, en la que Mas podría tener algún papel.

La CUP, que reniega de Mas porque lo identifica con los recortes sociales y con la corrupción, está siendo sometida a un bombardeo político y mediático de los servidores de Mas, que acusan al partido anticapitalista de colocarse en el mismo bando que el PP y los "enemigos de Catalunya". Mas ya apeló en la noche electoral a Mariano Rajoy a que aceptase la "victoria de Catalunya", identificando la nación con su candidatura.

Acabe como acabe el tira y afloja con la CUP, el balance de Mas y el procés no puede ser más devastador: ha dividido Catalunya en dos mitades prácticamente iguales, ha destruido la federación CiU y su partido, CDC; ha fracturado a Unió; ha roto el PSC, que, pese a la resistencia encabezada por Miquel Iceta, ha cosechado los peores resultados de su historia; ha causado fuertes tensiones internas en ICV, y, sobre todo, ha conseguido que el primer partido de la oposición, Ciutadans, sea una fuerza política no solo no catalanista, sino antinacionalista, una novedad desde la Transición. Ciutadans, además, ha desplazado a la izquierda en zonas del área metropolitana y en el barrio más obrero de Barcelona.

TREINTA ESCAÑOS

Todo eso para tener ahora 62 diputados entre CDC y ERC, los mismos que CiU logró en solitario en 2010, y nueve menos que los que sumaban ambos partidos en la legislatura recién terminada. De esos 62 diputados, solo 30 son de CDC (20 menos que hasta ahora), 21 de ERC, que mantiene los mismos, y 11 independientes.

Y, para acabarlo de arreglar, Mas y su política han provocado que el independentismo se escore hacia la izquierda, con la conversión de la CUP, que ha ganado en total más de 200.000 votos, en la segunda fuerza en muchas zonas de la Catalunya interior. Ahora, su presidencia y su Gobierno están en manos de la CUP, lo más opuesto al Gobierno 'business friendly' que ofreció a los catalanes tras los siete años de travesía del desierto en la oposición.

Artículo publicado en Zoomnews.es