Análisis

La gran metamorfosis

Por una vez fue 'primero el Barça', como el eslogan, y todos se tragaron su orgullo por el bien del club. Gracias por ello

ERNEST FOLCH

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Qué ha sucedido exactamente entre el club que iba pendiente abajo, a punto de estrellarse, en las horas posteriores a la debacle de Anoeta, y la merecida explosión de alegría que ayer recorrió Barcelona? Tras la euforia, surgen las preguntas y se impone la reflexión. Y es que el cinco de enero de este mismísimo año el Barça destituía al secretario técnico al que tanto había protegido hasta entonces, el entrenador estaba desautorizado y enfrentado a su máxima estrella, un presidente no votado tenía escasa credibilidad y la afición temía el tantas veces anunciado fin de ciclo.

Pero en muy pocas horas el club emprendió una transformación profunda sin la cual sería impensable la felicidad en la que vive hoy todo el barcelonismo. Visto en perspectiva, fue una revolución institucional y deportiva que, con toda probabilidad, quedará grabada en la historia moderna del Barça. Porque lo más notable de este espectacular cambio de rumbo es que fue posible no gracias a ninguna casualidad sino a una capacidad admirable de algunos protagonistas claves para ceder en muchos de sus planteamientos. Porque este es el verbo clave para entender lo que sucedió: CEDER, en mayúsculas. Cedió en primer lugar el presidente Bartomeu una parte muy importante de su poder cuando decidió anticipar las elecciones: calmó la tensión externa y quitó del centro del tablero el insoportable estrés insitucional. Cedió hasta el límite de su propia autoridad Luis Enrique, al que Bartomeu obligó a asumir que sencillamente nunca mandaría sobre Messi, o lo que es lo mismo, que la filosofía del técnico asturiano según la cual el grupo está por sobre de cualquier individualidad no aplicaba en el caso del mejor jugador del mundo. Cedió también Messi, que entendió que debía modificar su juego para dar entrada a Suárez y dejar libre el carril del 9 que nunca había permitido que lo ocupara nadie (y si no que se lo pregunten a Ibrahimovic o Villa). Messi evolucionó su juego, estableció un nuevo campo base en la banda derecha y entendió que él es mejor si mejores son sus acompañantes, lo que es lo mismo que decir que rodearse de talento siempre es mejor que hacerlo de mediocres. Y finalmente cedió también una parte significativa del entorno, que asumió que a lomos de la propia evolución de Messi el juego debía también sufrir otra mutación necesaria, introducir impurezas felices en el patrón de juego y volver a descolocar a los rivales con nuevas variantes.

Es decir, que el Barça ha asaltado el cielo de Berlín tras una memorable renuncia colectiva que enseña que al éxito a veces se llega sin dogmas inamovibles. Por supuesto, esta serie de cesiones encadenadas se ha hecho tras duras y silenciosas negociaciones internas, a menudo con sumo dolor y quién sabe cuántas veces al límite de la dimisión. Tras la victoria, los protagonistas empezarán a filtrar los detalles de aquellos días de furia, pero lo más relevante es que todo el mundo sin excepción aceptó que para hacer posible la gran metamorfosis debía prevalecer por una vez aquel feliz eslogan electoral que proclamaba: 'Primero, el Barça'. A todos los que se tragaron su orgullo por el bien del Barça, muchas felicidades y sobre todo, muchas gracias.