La rueda

La fuerza del nacionalismo español

CARLOS ELORDI

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Lo peor es que muchos españoles coinciden con lo que Rajoy dice sobre el independentismo, sobre Catalunya. Y no solo son fieles seguidores del PP, que siempre han creído en lo de la 'España una'. También hay muchos votantes del PSOE, que saltaron a la cancha cuando Maragall propuso su reforma y desde entonces no han dejado de crecer y de crecerse. Y no pocos ciudadanos que estuvieron con Carrillo y luego con Izquierda Unida. Y bastantes, estos más jóvenes, de los que simpatizan con Podemos o con la izquierda de hoy. El anticatalanismo, o cuando menos el rechazo radical de cualquier demanda catalanista, es hoy mayoritario en la sociedad española.

Ese elemento no se suele tener muy en cuenta en las reflexiones que se hacen sobre lo que puede pasar después del 27-S. Pero es decisivo. Porque va a limitar, la limita desde hace tiempo, la capacidad de maniobra de los partidos españoles para hacer frente a la crisis que ha abierto el ascenso del independentismo. La de todos ellos. No es solo que una minoría compre el discurso de la España plurinacional, que nunca se ha vendido muy bien. Es, sobre todo, que la mayoría no está dispuesta a que se haga la mínima concesión a Catalunya. La idea de que los políticos catalanes llevan décadas sacando tajada de España y de que eso se ha acabado ha calado muy hondo.

Y tiene toda la pinta de que va a seguir ahí por mucho tiempo. El nacionalismo, más o menos el de siempre, es posiblemente el rasgo más sólido de la actual ideología política española. Más que las adscripciones a la derecha o a la izquierda, que la crisis y la corrupción han difuminado bastante. Los sondeos lo apuntan sin hacer sangre. Pero el ¡Viva España! es hoy el único lema que se grita con pasión. Y representa lo que representa aunque solo parezca entusiasmo por una selección deportiva.