Al contrataque

La escuela de Qatar

JOAN BARRIL

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Casi al mismo tiempo en el que los madridistas lanzaban sus lamentos al cielo por la muerte de Alfredo Di Stefano, en Barcelona nos llegaba la noticia de que el club había prescindido de Josep Maria Corbella, el máximo responsable del material que utilizan los miembros del equipo, desde balones a botas y anoraks. No he tenido el placer de conocer a Corbella. En realidad mi presencia en el Camp Nou no llega más allá de las siete ocasiones. Pero conocía a ese personaje bigotudo que siempre estaba cerca de sus pupilos. Parece ser que en el vestuario le llamaban el presidente, pero por lo visto no caben dos presidentes en el mismo campo. Y Chema Corbella, tras 32 años cuidando al primer equipo, y superados los 62 años de edad, ha sido apartado del contacto con sus jóvenes jugadores. Debe ser una decisión aprendida en la escuela de Qatar.

En todos los lugares en los que he trabajado me he impuesto la norma de conocer mejor al menos importante del organigrama y renunciar a hacer la pelota a los mandamases. Recuerdo los nombres de las señoras de la limpieza, de los conserjes y los empleados de seguridad. Nunca trabajé en el Barça pero ese hombre me transmitía una extraña seguridad. El músculo joven, la estrategia de los entrenadores y el cariño humano de esos empleados conferían a la organización una potencia que desembocaba en victorias. A ese conjunto de medidas y de personas se acude para fortalecer la seguridad jurídica, esa que no ha podido mantener Corbella al que a falta de tres años no le han dejado acceder a la jubilación. Ni España ni el Barça pueden zafarse de la certeza de que este no es un país para viejos. Di Stefano murió, pero a Corbella lo han eliminado. Corbella debería irse con un homenaje. En ese cese no hay motivos visibles. Es la moda de unos estudiosos. Para esos ejecutivos o ejecutores modernizar es cortar la cabeza de quienes no son tan modernos. Eso pasa en el Barça y en el país entero.

La arbitrariedad

Recuerdo cuando el Estado boliviano decidió expropiar los yacimientos de gas de Repsol. Inmediatamente los millonarios del gas dijeron que eso no era serio y que no había seguridad. Lo mismo dicen ahora de la tentación independentista catalana. La independencia lleva a la arbitrariedad, dicen. Y lo arbitrario en economía asusta a los inversores. La arbitrariedad también se aplica a los trabajadores y eso es lo más normal del mundo. Que se lo digan a los trabajadores de la Pirelli de Martorell que, al llegar a los tornos de entrada, se encontraron con el finiquito. La seguridad jurídica también llega en las leyes que va aplicando la Agencia Tributaria. Lo que antes desgravaba ahora grava más. El IVA que se prometió que jamás subiría es el más alto de la historia del impuesto. Debe ser lo moderno. La escuela de Qatar, para entendernos.