La rueda

La enseñanza es peripatética

Nuestros estudios son una verdadera estafa perpetuada en nuestros hijos y nietos

JULI CAPELLA

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Con la perspectiva que da el tiempo, creo que mi enseñanza fue inútil. Incluso contraproducente. En los casi 20 años que estuve deambulando por escuelas y universidad aprendí poco y mal. Me ha costado mucho ir desaprendiendo tanta basura. Ahora veo con claridad la inutilidad de muchas asignaturas, y la forma equivocada de enseñarlas en este sistema deformativo. Apenas algunas chispas geniales de profesores excéntricos y casi siempre experiencias fuera del aula. Por suerte me topé con algún que otro Merlí y eso me abrió los ojos. ¡Maldita clarividencia!

Sinceramente no sabría definir cómo debería ser una buena educación. Pero sí tengo la convicción de que la que hemos vivido es un fiasco. Pero nos hemos acostumbrado y nos parece normal. No me preocupa tanto que la mayoría no sepa hacer raíces cuadradas ni domine el inglés. Lo triste es que estén manipulados y frustrados. Si aceptamos que la enseñanza es la base del crecimiento humano, no es de extrañar que estemos como estamos. Los impulsos creativos se van castrando sistemáticamente, en aras de un obtuso racionalismo incapaz de resolver el misterio de la vida. Una enseñanza encorsetada, sin relación con lo cotidiano, sin atención a lo realmente importante, trufada de competitividad y juicios taxativos. Exámenes, notas, miedo. Privada de cualquier atisbo de incertidumbre y calor. Focalizada en la profesión y no en la persona y aun así ineficaz. Todos al paro y domesticados. Un sistema perverso pensado para mantener acríticamente el estatus. Una pérdida colosal de tiempo y energía. Una verdadera estafa que seguimos perpetuando, impotentes, en nuestros hijos y nietos. Solo una revolución en el trato del niño hasta su adolescencia y juventud podría cambiar las cosas, pero ¿quién puede hacerlo que no esté ya contaminado? Tal vez los niños y jóvenes mismos. ¿Qué tontería no?