Los SÁBADOS, CIENCIA

La educación de las ciencias

La enseñanza debe incluir las herramientas básicas para entender el mundo, entre ellas las científicas

PERE PUIGDOMÈNECH

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La educación de los jóvenes es un tema crucial desde el mismo origen de la sociedad humana. Lo es aún más en sociedades como las actuales europeas que están basadas al mismo tiempo en una economía de fuerte base tecnológica y en sistemas democráticos en los que los ciudadanos deben tomar decisiones que necesitan disponer de información científica de calidad. A veces lo hacen de forma colectiva para escoger a sus representantes y a veces de forma individual en muchos aspectos de su vida. En los últimos tiempos el espacio dedicado a las ciencias en nuestras escuelas e institutos ha disminuido y esto puede ser un síntoma más de que las últimas reformas en educación pueden haber sido un error.

Vivimos en una sociedad en la que las personas deben tomar de forma continuada decisiones sobre su vida y su entorno en un marco que tratamos que garantice la libertad individual. A veces estas decisiones tienen que ver con nuestra salud, nuestra alimentación o la importancia que debemos dar al medio ambiente. El estudio de estas cuestiones ha sido el objetivo de la biología desde que las mismas ciencias naturales nacieron hace dos milenios y medio, como mínimo. Hemos acumulado desde entonces una enorme riqueza de conocimiento que nos permite entender nuestro entorno de una manera que nadie podía sospechar hace solo un siglo. En este mismo periodo la física ha desarrollado un conjunto de sistemas teóricos que nos permiten entender el universo desde lo más pequeño a lo más grande. Ya los primeros filósofos comprendieron que el dominio de este conocimiento garantiza la libertad de los ciudadanos. Pero, ¿ cómo pueden llegar a él si la escuela no les da las bases mínimas para saber que este conocimiento existe?

Nos dicen nuestros compañeros de escuelas e institutos que el tiempo dedicados a las ciencias ha ido disminuyendo y los profesores que acogen a los nuevos estudiantes en las facultades de ciencias nos dicen que el nivel, incluso de aquellos que tienen suficiente curiosidad para matricularse en ellas, no hace más que bajar. También disminuye el número de horas de filosofía o literatura, sin hablar de asignaturas como el latín que va siendo relegado a un gueto.

Todo esto parece consecuencia de que hay alguien que piensa o bien que debemos priorizar disciplinas más ligadas a actividades profesionales o bien que los debemos adoctrinar de la forma que el gobierno de turno ha decidido. Y también es posible que haya quien piense que solo tenemos que dar herramientas para explorar el mundo que los individuos usarán en el curso de su vida según sean sus intereses personales. Pero esto no es suficiente. En algún momento del periodo de aprendizaje de nuestros jóvenes debería ocurrir que se vean confrontados con los contenidos de los principales avances del pensamiento humano. Esto debería incluir las ideas fundamentales de la ciencia actual sin las cuales no es posible entender qué pasa en el mundo que nos rodea o con nuestra salud. Incluso podríamos pensar que es obligación de nuestra sociedad hacer partícipes a todos nuestros ciudadanos de los resultados de la ciencia actual. Y lo mismo podríamos decir de la filosofía y la literatura.

LA GRAN AVENTURA DEL PENSAMIENTO

En algún momento de su vida los ciudadanos deben tener la oportunidad de tener contacto con la gran aventura del pensamiento que comenzó hace más de 20 siglos y con las ideas básicas de la ciencia. Si no es así, termina pasando, como recordaba recientemente Jorge Wagensberg en estas páginas, que un 25% de los ciudadanos españoles piensa que el Sol da vueltas alrededor de la Tierra.

En algún momento tendremos que repensar y consensuar el modelo de educación que queremos y que las últimas reformas parecen haber enredado más que arreglado. Seguramente escoger entre formar ciudadanos o profesionales es un falso dilema. Las profesiones en la actualidad cambian con tanta rapidez que es ilusorio que la escuela proporcione aquellos contenidos que las empresas necesitarán al acabar la escuela. Otra cosa es que en los cursos avanzados los jóvenes interaccionen con los entornos industriales o económicos en los que desarrollarán sus vidas, pero eso no se debe hacer olvidando la formación de ciudadanos con una visión bastante completa del mundo en que viven.

Una sociedad moderna y democrática necesita de ciudadanos bien informados y con herramientas intelectuales para entender el mundo y tomar decisiones. Y a la sociedad también le interesa que los jóvenes tengan las mismas oportunidades para que el mejor talento termine despuntando. Para ello hay que tener escuelas e institutos públicos de la mejor calidad posible con profesionales bien pagados y respetados. En ellas deben enseñarse las herramientas básicas, como lengua y matemáticas, pero también los contenidos de las ciencias sin las cuales no es posible entender el mundo en que vivimos y a nosotros mismos.