Las derivadas del pensamiento débil

La cultura de la incultura

La sólida modernidad ilustrada se tambalea ante la frívola posmodernidad que está en auge

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RAMON FOLCH

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El filósofo italiano Gianni Vattimo puso en circulación el concepto de 'pensamiento débil' ('Il pensiero debole', 1983). Sostenía que, frente a una lógica férrea y unívoca, hay que dar curso a la libre interpretación. Reaccionaba contra la rigidez y el dogmatismo, que asimilaba al propio ADN de la modernidad ilustrada, tan segura de sí y de la ciencia. Por eso abogaba por el posmodernismo. Creo que llevaba parte de razón. O sea, que se equivocaba parcialmente.

Los excesos de la modernidad ilustrada son evidentes. También lo es que nunca hubo nada más robusto en el campo de las ideas. Y menos aún llegado el momento de transformar la realidad, basta mirar la sociedad que nos rodea. A pesar de los defectos del mundo actual, ¿alguien desea volver al siglo XVI? En todo caso, el pensamiento débil bajó los humos a los que estaban seguros de todo y ha obligado a revisar falsas evidencias. Lo malo es que ha derivado en 'pensamiento debilitado', que es otra cosa. Llevado al límite, y en un exceso comparable a los excesos que él mismo combatía, ha abierto las puertas a la cultura de la incultura, situación carencial que nos está retrotrayendo a una especie de estado mental y social pre-presocrático.

La lógica heurística o difusa ('fuzzy logic'), formulada en 1965 por Lotfi A. Zadeh, y la teoría matemática del caos, que se ocupa de los sistemas físicos que evolucionan en el tiempo (sistemas dinámicos), tan inseparable de Ilya Prigogine y sus estructuras autoorganizadas o disipativas, nos han permitido pensar de otro modo y otorgar al desorden, al azar y al tiempo el papel que seguramente tienen. Los ordenadores funcionan según esta lógica heurística y disipativa, por ejemplo. Por su falta de rigidez, parecen dar la razón a Vattimo, pero yo creo que más bien son la evolución en libertad de la sólida modernidad ilustrada. Como quiera que sea, constituyen una forma muy vigorosa de pensar, a las antípodas de cualquier pensamiento debilitado.

El peligro de la relajación intelectual

En la calle, en cambio, el debilitamiento mental es patente. Dos generaciones de relajación intelectual han permitido que los primeros debilitados sean ya maestros, con lo que la falta de rigor, no solo no se combate, sino que se enseña. El esfuerzo personal y el rigor procesal están desprestigiados de facto, víctimas de las automatizaciones informáticas y de los buscadores.

El clásico recurso de la frase hecha (que, al menos, decía algo contrastado por la experiencia), se ve superado por el uso constante de iconos verbales prefabricados y usados sin criterio. Triunfan cantantes que ignoran las técnicas vocales básicas, escritores triviales se ven aplaudidos por lectores que han leído muy poca literatura y espectadores fascinados por los efectos especiales ni saben que existan John Ford o el cine negro. En cine o televisión, se mezclan registros expresivos, se mixturan confusamente realidad y ficción en productos donde el hilo conductor es suplantado por un engarce de flases y anécdotas.

Información desubicada en el espacio

Los canales convencionales de distribución del saber y de la información contrastada (libros, prensa) son invadidos por quienes eran sus destinatarios. La famosa 'nube' no es un espacio deslocalizado de información compartible, sino una vaporosamente compartida información desubicada en el espacio, que es muy diferente. Su autoría queda difuminada, por lo que los usuarios se apropian de ella acríticamente y sin remordimientos: el 'cut and paste' es una práctica generalizada entre los universitarios jóvenes. Y al no haber información firmada, no hay responsables de la información, cualquiera puede ser procesador de datos no contrastados y anónimos. Ello trastoca de raíz los criterios que han presidido el mundo cultural del Renacimiento a esta parte.

En el teatro, proliferan las 'actualizaciones' en los montajes. En París acaban de representar Il barbiere di Seviglia con un conde de Almaviva en bermudas, como si la figura de Fígaro, el entrometido barbero sacamuelas, fuera trasponible de la aldeana Sevilla del siglo XVIII a la ciudad actual. La pretendida actualización no pasa de penoso gesto anacrónico por incapacidad de gestionar la escala temporal, como si ver una obra del siglo XIX que transcurre en el siglo XVIII fuera indigerible para un espectador del siglo XXI. ¿Habrá que editar un 'Quijote' que circule en moto por la Mancha persiguiendo aerogeneradores? El pensamiento débil, que incorporaba el tiempo en su discurso, no ha sido capaz de dar las claves para gestionar ninguna otra realidad que no sea la estrictamente actual, una gran paradoja.

Creo que lo que precisamos es un 'pensamiento débil fuerte'. Si no, los ignorantes atrevidos se adueñarán del paisaje y la fama arrinconará al prestigio. Ya está ocurriendo, de hecho. Es la nueva cultura de la incultura.