LA CLAVE

La Catalunya ingobernable

ENRIC HERNÀNDEZ

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Este es, grosso modo, el panorama electoral que dibuja el Barómetro del GESOP sobre Catalunya:

Artur Mas, el 'president' que soñó unas elecciones plebiscitarias con lista independentista unitaria y acabó convocando las típìcas autonómicas para el 27 de septiembre, se alzaría con una pírrica victoria: 32 diputados. Que son 18 menos que los que cosechó en las últimas elecciones anticipadas. Que son, a su vez, 30 menos que en el 2010.

Oriol Junqueras, el líder de ERC que codició, encuestas en mano, desbancar a CiU en la vanguardia independentista, precipitando así la ruptura con España, se conformaría con la segunda plaza y 28 diputados. Si en verdad el mundo nos mirase, el eventual retroceso del bloque soberanista no sería el mejor pasaporte para doblar el pulso al Estado.

Albert Rivera, tras años de siembra en Catalunya, recoge la tardía cosecha justo cuando ya labraba otros predios. Presto como estaba para concurrir a las generales de otoño, engrasando a Ciudadanos como nueva bisagra española, la polarización catalana convierte su marca en imán del voto útil contra la independencia, forzándole a elegir entre su españolismo fundacional y el regeneracionismo catódico tan en boga.

Alicia Sánchez Camacho, con las siglas del PP enlodadas por los recortes del Gobierno central, las trapacerías del 'caso Gürtel' y las cuentas suizas del extesorero, solo pierde tres puntos de intención de voto y seis diputados. Lo que, en pleno proceso soberanista, y tras el fosco episodio de La Camarga, constituye o bien un milagro, o bien una heroicidad.

Podem, con Gemma Ubasart como líder electa pero sin cartel electoral, pierde algo de fuelle. Y, aun así, asfixia a Miquel Iceta (PSC) y Joan Herrera (ICV), robándoles el 20% de los votos. Solo la CUP, aún sin relevo para el carismático David Fernández,  aguanta el envite.

DIÁLOGO SIN IMPOSICIONES

Se fragiliza la mayoría soberanista. Se fragmenta el bloque no independentista. Las derechas no se hablan. La izquierda se parte en cinco pedazos. Catalunya se asomará al abismo de la ingobernabilidad si no rompe la actual dinámica frentista y  abre un diálogo transversal, incondicional y sin imposiciones.