La clave

La astucia de Mas

ENRIC HERNÀNDEZ

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Artur Mas ha desarrollado un agudo olfato político. Lejos de apuntarse a las modas, se anticipa a los cambios, los detecta antes que sus rivales y amolda la oferta a la inminente demanda. Con el Estatut recién refrendado, el líder de CiU enarboló el derecho a decidir, versión pequeño burguesa del viejo derecho a la autodeterminación. En la posterior secuencia --consultas de Arenys, secularización del independentismo vía ANC y Diada masiva del 2012, con el fallo del Constitucional como espoleta--, Convergència jugó un papel determinante, aunque siempre desde la penumbra.

Ya como 'president', incómodamente abrazado al PP y a los recortes, desdeñó el fogonazo de indignación del 15-M y en cambio sublimó la ola independentista del 11-S. Ahí le falló el instinto: transitar de la 'pepevergencia' a la independencia requería un periodo de luto que no pudo o no supo guardar. Bien que lo pagó en las urnas, en mala hora precipitadas.

Tras completar con éxito la azarosa pirueta del 9-NMas ha vuelto a pegar la oreja en el suelo. Y el movimiento tectónico que percibe presagia un airado tsunami contra la plutocracia, en Catalunya y en toda España. Estallido que, hábilmente canalizado por Podemos/Podem, puede devastar el vigente (y lucrativo) régimen partitocrático.

Si los partidos estorban, ¿qué mejor que criogenizarlos, presentando una lista por la independencia de apariencia civil y formalmente libre de la dictadura de las siglas? Justicialismo y soberanismo confluyen así en la hoja de ruta de Mas, que en el altar sacrificial de la independencia deposita la molesta alianza con Unió y el magro patrimonio de CDC, partido del que apenas fue albacea ---jamás heredero-- y cuyo patrón, Jordi Pujol, arruinó con su confesión del 25 de julio, tan nepotista como la tolerancia que practicó con su codiciosa prole.

Plebiscito presidencial

La astucia de Mas consiste en resignar, en aras del ideal patriótico, unas siglas devaluadas, pero a cambio de que Oriol Junqueras haga lo propio con las de ERC. Ante unas elecciones que se atisban como un plebiscito presidencial, lidere quien lidere la lista, los republicanos tienen la última palabra.