Peccata minuta

La alfombra roja

JOAN OLLÉ

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Me afeité, me perfumé, me di lustre a los zapatos y, ya guapo, me encaminé a la gala de los Premios Max, promovidos por la Sociedad General de Autores y Editores (SGAE ), que el lunes tuvo lugar en el Barts, uno de los teatros mejor dotados y menos conocidos de Barcelona: los taxistas no saben dónde está. Y como se trataba de una gala, el artisteo tuvo a gala vestirse de gala, tal como tocaba. Y además lo daban por la tele, y, como todo el mundo sabe, a España no la cohesionan PSOE ni PP, sino Liga, Copa, el Corte Inglés, los Goya, los Max y el gordo de Navidad.

Pasó lo que tenía que pasar: se abrieron sobres con el nombre de los ganadores, se levantaron de su butaca, se encaramaron al escenario, recibieron la estatuilla y saludaron, algunos entre suspiros, a sus padres, madres, hermanos, novias, novios, esposas, esposos, hijos, nietos y colaboradores en el trabajo premiado (leídos en un papel arrugado, para no dejarse a nadie) que les veían en la platea o desde casa. ¿Fueron territorialmente justos los galardones? Para esto está el mapa y el jurado.

Lo que no entiendo es por qué unos premios a la creatividad teatral bautizados con el sacrosanto nombre de Max Estrella, cráneo privilegiado e hijo predilecto de don Ramón María del Valle-Inclán, se den con maneras, vestidos y decorados de imitación del peor Hollywood pasados por la caspa. Una alumna veinteañera del Institut del Teatre me lo explicaba así: «Me recordó cuando, de muy pequeña, con mi abuelita, mirábamos 'Noche del sábado'». También me contaron que Calixto Bieito, también para una entrega de premios, supo renovar el lenguaje.

El voto de 'La Maña'

Hay dos números que siempre funcionan y provocan grandes vítores: la lista de colegas desaparecidos durante el año y la entrega del Premio de Honor a toda a una vida de teatro, que el público ovaciona de pie mientras profiere algunos bravos. Este año la distinguida fue la gran Rosa Maria Sardà, que dijo cosas gamberras, sabias y muy adecuadas. Aunque si una frase dejaron estos Max fue la de Lita Claver, La Maña: «Votaré al papa Francisco, porque ya puestos a recibir hostias, que nos las den los profesionales». La cosa acabó con un previsible homenaje bilingüe al Paral·lel / Paralelo con lentejuela de la de antes. Y, sin croqueta, cada uno a su casa.

Ya en la calle, comentamos que habría que prohibir, por manidos, el ritual 'samaranchesco' de abrir el sobre lentamente, los agradecimientos a los familiares y despremiados, las bromas sin gracia, la inútil alusión al 21%, los besos, las lágrimas. Alguien respondió que ya está bien así, que la gente del teatro, que vivimos de aplausos, necesitamos de vez en cuando alfombras rojas y fastos.

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