La rueda

La abulia culpable de los demócratas

RAMON FOLCH

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Cuando empecé a tener uso de razón, en casa se hablaba de la guerra civil y en los diarios de la guerra de Corea. Franco hacía y deshacía: «por el Imperio hacia Dios» y «habla la lengua del Imperio». A la mayoría de los actuales votantes, todo esto les suena como a mí las guerras carlistas que evocaba mi bisabuela. O sea, amortizadas cosas del pasado. Pues no. No, porque carlistas y franquistas son la expresión de una actitud intemporal tan viva hoy como ayer. La misma actitud aún mayoritaria en España y por ello el poder (político, eclesiástico o corporativo) está en las manos que está. La tragedia larvada es que la vaselina democrática con que esos agentes actúan puede desaparecer en cualquier momento. Entonces resurgiría la caverna profunda de toda la vida en su expresión más áspera, cada día hay más indicios de que puede ocurrir.

Los humanos nos sublevamos ante las privaciones extremas, pero toleramos la iniquidad si tenemos la barriga llena. Hitler, Mussolini y otros fascistas europeos triunfaron al prometer la superación de los defectos de las democracias parlamentarias. Los defectos no venían del espíritu democrático, sino de la abulia de los demócratas, que practicaban la liturgia parlamentaria sin convencimiento evangélico. O sea, como ahora. Por eso el retorno de los autócratas, incluso en Europa, es hoy tan plausible.

El Estado Islámico es una locura anacrónica, pero no para de atraer voluntades. Personas víctimas de privaciones diversas, cierto es, pero también personas ilusionadas con un ideal, como en su momento lo fueron los socialistas utópicos, los cátaros o los restauracionistas. Demócratas de todo el mundo: ¡uníos!, esta podría ser la consigna. Uníos tras la idea de progreso y equidad en el contexto sostenibilista del siglo XXI. Si no, triunfarán los reaccionarios de siempre.