Kandinsky en la ensalada

El año pasado, unos investigadores del departamento de psicología experimental de la universidad de Oxford realizaron un curioso experimento gastronómico. Hicieron una encuesta entre 60 personas a las que invitaron a comer. Les ofrecieron una misma ensalada, pero presentada de tres formas distintas. La primera reunía los 17 ingredientes -vegetales, salsas y condimentos- mezclados, con una presentación habitual, estándar. La segunda presentaba todos esos mismos ingredientes pero separados en el plato, reconocibles uno al lado del otro, de forma desnuda. Y la tercera, reproducía con idénticos componentes y jugando con las mismas salsas, un cuadro abstracto de Vassili Kandinsky titulado Pintura nº 201 del año 1914.

Pero al comensal no se le informaba de este aspecto ni sabía si las ensaladas llevaban o no los mismos ingredientes presentados de forma diferente. Tan solo se le hacía opinar por su aspecto, antes de probar el plato, y por su percepción gustativa después de comerlo. Los resultados publicados en Flavour Journal fueron muy significativos: tanto en la apetencia previa como tras probarlo, ganó la presentación artística, con dos puntos de diferencia sobre las otras en una escala de 10. Pero lo más curioso es que, además, esta valoración positiva sobre la ensalada inspirada artísticamente, aumentaba también en dos puntos tras consumirla. Mientras que en las otras dos la valoración era igual antes y después, o incluso disminuía. Y como colofón, cuando se les preguntaba sobre evaluar el precio, también la mayoría estaban dispuestos a pagar más por la presentación artística. Nada que no supiésemos intuitivamente, la comida entra por los ojos.

Ya habíamos visto salpicados a lo Pollock, trencadissos a lo Gaudí, y salsas a lo Rothko. También mucha comida minimalista y algún exabrupto conceptual. Todo a precio de Sotheby's, claro.