Juventud política sin regeneración

Joan Solé

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En medio del debate sobre la regeneración política que a menudo rodea la actualidad, hace poco leí un artículo publicado por Josep Sala y Cullel que afirma en su título: ‘La Generación T nos ha arruinado’. El autor precisa que la T hace referencia a la Transición, a los nacidos entre 1945 y 1965, y expone que “lo controlan todo: la política, los medios, los sindicatos, las universidades, las industrias culturales. Acumulan un poder inaudito como nunca ha tenido antes otro grupo”. Compro parte de su artículo, sobre todo cuando expone la carencia de presencia de individuos menores de 40 años en los gobiernos español y catalán. Pero añadiría una reflexión más a su idea, qué función tienen las juventudes en los partidos políticos para cambiar este dato?

Hace un par de semanas me hice la misma pregunta ante el enésimo disgusto entre Convergència i Unió. Ante las discrepancias públicas del alcalde de Mataró y la alcaldesa de Figueras del rol de Duran i Lleida en el proceso soberanista, Sánchez Llibre respondió desde las puertas del Congreso de los diputados que eran unas declaraciones “inaceptables, lamentables e impresentables” y avisaba “que sepan que esto se ha acabado”. Horas más tarde, Unió de Joves, declaraba palabra por palabra el mismo mensaje. Fue una copia y pega de las declaraciones del partido padre.

Si cogemos la teoría de Josep Sala y la comparamos a la situación mencionada, ¿como podemos hablar de regeneración política y reclamar más inclusión de los jóvenes en las tareas políticas si desde el mismo partido las nuevas hornadas arrastran las mismas actitudes que el partido adulto? A menudo se concreta el concepto “regenerar” con un cambio generacional, ponemos gente joven y ya lo tenemos todo hecho, pero no. El cambio se producirá cuando las juventudes sean algo más que un altavoz que reproduce las penurias adultas pero con un aspecto fresco y nuevo. En el ejemplo de UJ, la formación interpretó muy bien su rol de instrumento del partido, una actitud que no sorprende y que fortalece el argumento contrario a las juventudes que dice que “hablan, visten y se expresan igual que sus líderes”. Restan al servicio del estatus partidista.

Una juventud con carácter regenerador tiene que ser crítica, de hecho, tendría que ser el primero corriente crítico del partido si quiere reformularlo y adaptarlo a los nuevos tiempos. Regeneración no es sólo una nueva generación, son ideas nuevas, frescas y críticas. No ser un altavoz, un instrumento más como lo parece UJ que no pone en cuestión en ningún momento a su líder, que ocupa una silla en el congreso desde 1982. Estamos ante una juventud sin regeneración de ideas, sólo de caras.