Pequeño observatorio

Justicia para el inventor del chaflán

El gran acierto de Barcelona es el Eixample y la cómoda circulación que permite

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JOSEP MARIA ESPINÀS

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El lector quizá ya sabe que yo soy un eixamplista, un eixampler o como haya que llamarlo. Nací en la Dreta de l'Eixample y de muy pequeño ya pasé a la Esquerra. Si es que se incluye en ella a la Rambla de Catalunya y la frontera se fija en el paseo de Gràcia. Sea como fuere, soy hijo de la cuadrícula barcelonesa, sobre la que ha hablado este verano, en este diario, el señor Jordi Clos. Un excelente reportaje de Carme Escales y unas explicaciones muy claras del empresario hotelero y mecenas egiptólogo.

Me identifico absolutamente con él. Valora la zona histórica de la ciudad, naturalmente, pero precisa que la expansión de los antiguos límites es lo que dibuja Barcelona. «Una ciudad que se identifica por el diseño de su tejido urbanístico, que Cerdà ideó, y por la vida que tiene, la comodidad de circulación, la facilidad de moverse por el Eixample y por cómo llega a ser comprensible y habitable, tanto por los turistas como por quienes la habitan».

El gran acierto de la ciudad es el Eixample. La cuadrícula, la han llamado. Pero afortunadamente es una cuadrícula que tiene los ángulos desconchados por los chaflanes, esos espacios de transición entre dos calles que permiten instalar en ellos en verano, y ya casi siempre, mesitas de café.

Clos dice que Barcelona se identifica por la cómoda racionalidad de circulación que proporciona el Eixample. Si alguien no lo ve claro, ¿se imagina la nueva ciudad como prolongación de la antigua? Un apelmazamiento intransitable. Dice Clos que Cerdà planteó las geométricas manzanas para que los habitantes dispusieran de un delante y un detrás para la vida diaria. Yo no sé cómo nacieron los chaflanes, pero de algún libro debí sacar esta explicación: se diseñaron los chaflanes del Eixample para que los trenes del futuro pudieran girar cómodamente. He aquí como una idea frustrada se ha convertido en una utilísima solución urbana para una densidad de circulación en aquellos tiempos no previsible. Cuando se lo cuento a un taxista se queda maravillado.