Pequeño observatorio

Justicia literaria para Bob Dylan

Bob Dylan 2004

Bob Dylan 2004 / periodico

JOSEP MARIA ESPINÀS

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La concesión del premio Nobel a Bob Dylan ha sido un batacazo histórico a la normalidad. No se ha tenido que esperar a su muerte para considerarlo algo más que «un cantante». Nació en una pequeña ciudad minera donde la escuela era un edificio en ruinas. La abandonó cuando era adolescente. En los cruces de autopistas cogía cualquier dirección. Contactó con cantantes de calle y encontró en una guitarra una herramienta de salvación. En fin, eso fue Bob Dylan cuando aún se llamaba Robert Zimmerman.

Aunque siempre he tenido un cierto interés por la música, y muy especialmente por las canciones, mi conocimiento es irregular. Fui contemporáneo del éxito de los Beatles y de otros grupos de gran éxito. Recordándolo ahora, a distancia, vemos muy claro la incomprensión de quienes hablaban despectivamente de los «guitarreros». Leo algunas letras de las canciones de Dylan, y otros cantantes, y me doy cuenta de que esas palabras tenían y mantienen una notable fuerza literaria. «Reuníos aquí, gente, estáis donde estáis para admitir que las aguas han crecido y pronto estaréis mojados dentro de los huesos. Si deseáis salvaros disponeos a nadar o os hundiréis como piedras, porque los tiempos están cambiando».

Se ha hablado de la música de los Stones y los Beatles pero hasta ahora no se había reconocido el contenido y la dimensión literaria de sus canciones, seguramente porque las formas no eran convencionales. «¿Cuántas veces un hombre tiene que mirar hacia arriba para poder ver el cielo? ¿Cuántas orejas debe tener un hombre para escuchar los lamentos del pueblo? ¿Cuántas muertes más tendrá que haber para que se sepa que ya son demasiado?». Ante la aparición del rock hubo una generación que se escandalizó. Otra lo recibió con entusiasmo.

Creo que los poetas y los prosistas harían bien de 'leer' a Dylan, sin dramatizarlo. Porque cuando le preguntaron qué pensaba de la droga dijo: «Solo conozco una que valga la pena: Brigitte Bardot».