El 'caso Palau': Juicio a los intocables

Las comisiones vinculadas a obra pública son un delito contra la sociedad y, si se demostraran, no pueden diluirse en otras causas políticas

Fèlix Millet y Jordi Montull, en el juicio del 'caso Palau', el pasado 1 de marzo

Fèlix Millet y Jordi Montull, en el juicio del 'caso Palau', el pasado 1 de marzo / VIOLETA GUMÀ

MONTSERRAT TURA

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El comportamiento de Millet y Montull, tras la envoltura extraordinaria del edificio modernista de Domènech i Montaner convertido en escenario de páginas memorables de reivindicación catalanista, correspondía al de los que se creen intocables.

Mientras sometían a todo tipo de privaciones al Orfeó Català, para quien fue creado el edificio, estructuraban una elaboradísima contabilidad para enriquecerse personalmente y vivir como los dueños de un castillo lujoso que usaban como si fueran señores feudales sometidos únicamente a su ley.

Confesos de la apropiación de dinero, solo hay que determinar la cuantía más exacta posible, la procedencia y el alcance del engaño y la condena por un tribunal de justicia.

Pero el juicio que arranca estos días debe aclarar si el partido que ha gobernado en Catalunya durante 30 años creyó, también, que la envoltura del Palau evitaría que la ciudadanía descubriera la vulneración del principio sagrado de cualquier gobierno: intervenir directamente en la vida pública, vivir y crear las condiciones para convivir con honestidad.

Las comisiones vinculadas a la obra pública impiden disponer de recursos para la mejora de las condiciones de vida de la ciudadanía. Es un delito contra toda la sociedad, en una época en que con gran esfuerzo fiscal pretendíamos dotar a Catalunya de servicios públicos que en las décadas de dictadura nos habían sido negados.

Por eso es tan importante que el tribunal aclare si este hecho se produjo. Por eso es tan importante que, si se llegara a demostrar, se esté a la altura de la gravedad de los hechos y no se quiera diluir en otras causas políticas, que siendo políticas han acabado en los tribunales.

Los que hemos criticado a las instituciones del Estado por la incapacidad de entender la reivindicación de libertad de Catalunya sabremos diferenciar los juicios y no nos gustaría que ambas cosas se mezclaran. Quizá el recuerdo de la reacción en caliente de quienes cuando se inició la investigación de los hechos dirigían la federación de partidos de CiU nos hace comportarnos como gatos escaldados.

EL COMBATE ÉTICO

Somos muchos los que creemos que la raíz de la autoridad democrática está carcomida por la corrupción y solo volverá a agarrarse en cada ciudadano si ante la codicia patológica que nos ha empobrecido actúa con coraje. Es el combate ético y el convencimiento sociocultural lo que devolverá la esperanza a la política. Necesitamos poder creer en la rectitud y la honestidad de los que quieren dirigir designios colectivos.

Más allá de las anécdotas, de las estrategias procesales y discursos encendidos de los abogados defensores y acusadores, el juicio del ‘caso Palau’ adquiere una dimensión superior porque la envoltura acorazada del edificio modernista ya hace tiempo que ha caído. Importan los hechos probados y eso solo lo pueden señalar los tribunales.

El gran principio de la justicia democrática, de la justicia nacida de los grandes procesos revolucionarios que perseguían la libertad y la igualdad de los ciudadanos, era que ninguna sociedad puede tener intocables.