Juego de trileros

Méndez de Vigo y Montoro

Méndez de Vigo y Montoro / periodico

OLGA GRAU

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Los impuestos pasan de ser arma electoral a ser arma exprés de pactos de legislatura. El PP se ha pasado este semana por el forro una vez más la máxima que defienden todos los expertos: la fiscalidad debe reformarse en bloque, hay que evitar jugar a parchear con los impuestos porque afecta a la equidad del sistema tributario y a la justicia social. Justo lo contrario de lo que viene haciendo el Gobierno desde que tomó el poder. En el 2011, Rajoy aplicó la mayor subida del IRPF de la historia. En el 2012, Cristóbal Montoro aprobó una amnistía fiscal para que los defraudadores que no han pagado sus impuestos pudieran regularizar su situación sin pagar apenas nada.

Para volver a ganar las elecciones, el PP bajó los impuestos cuando no estaban asegurados los ingresos necesarios para cuadrar el déficit. El ministro de Hacienda cuantificó en 11.517 millones el impacto de la rebaja fiscal en el IRPF y sociedades en el 2015 y el 2016, lo que superó de largo los 9.000 millones que se habían estimado inicialmente. 

Acto seguido, y pese al compromiso del PP de no subir impuestos y de, en todo caso, bajar el impuesto sobre la renta, el Ejecutivo volvió a aprobar una subida de impuestos a finales del 2016 para cuadrar el déficit. La parte más importante del alza impositiva consistió en una reforma en el impuesto de sociedades que debería aportar unos 4.650 millones y un alza de los impuestos especiales. Una vez ganadas las elecciones y aprobado el presupuesto del 2017, el ministro de Economía Cristóbal Montoro ha pactado esta semana con Ciudadanos una rebaja del IRPF para las rentas de hasta 17.500 euros y un paquete de deducciones a los más desfavorecidos. 

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Es obvio que un Gobierno en minoría debe atraer el apoyo de otras formaciones políticas, aunque esté acostumbrado a no pactar con nadie nada. De hecho, es la única manera de poder gobernar y sacar adelante las cuentas del 2018. Pero la fiscalidad es el instrumento más potente de reparto de la riqueza y de justicia social de la que dispone un Gobierno. No hay ninguna arma más poderosa. Cuando se toca una parte del sistema fiscal, se deben ajustar otras. De lo contrario, el sistema se vuelve ineficiente. El Gobierno del PP ha decidido usar la fiscalidad de forma volátil, fluctuante y caprichosa para ganar elecciones o para pactar las cuentas. En España sigue pendiente una reforma fiscal a fondo que asegure la equidad y la eficiencia del sistema y permita recuperar el nivel del Estado del bienestar perdido. Todo lo demás es un juego de trileros al que nos ha acostumbrado Montoro.