Jóvenes prodigiosos

ÓSCAR LÓPEZ

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Les voy a contar un cuento. Hace tres días participé en un encuentro en la Escuela de Liderazgo Universitario de Madrid para hablar de libros. La asistencia la conformaba un nutrido número de universitarios. Cursan un máster donde las humanidades juegan un papel relevante. Entre esos 150 alumnos había futuros arquitectos, médicos, periodistas y abogados. Llevaba preparado un discurso con su pertinente turno de preguntas. Pero mientras viajaba leí la introducción de estas jornadas en la que se citaba el cuadro de Rafael La escuela de Atenas. En una esquina se ve a Sócrates charlando con Jenofonte y Alejandro Magno, en una clara reivindicación del diálogo como vehículo para llegar a la verdad. En ese instante decidí cambiar la estructura de la charla. Les ofrecí preguntar cuando lo consideraran oportuno y que aquella sala de actos se transformara en un ágora griega tuneada en el siglo XXI.

Mentiría si no confesara que solo confiaba que dos o tres levantaran la mano. Pero este cuento no tendría un segundo acto si, al poco de empezar, Álex no hubiera reconocido sentir envidia por los lectores compulsivos, Andrea me convenciera para que le diera otra oportunidad al Ulises de Joyce, mientras otros citaban a Stefan Zweig y Cormac McCarthy, recordaran un debate literario en la librería Shakespeare & Co de París, reivindicaran el poder de las palabras, y me lanzaran títulos y preguntas a las que intentaba responder deconstruyendo mi ya olvidado discurso. La hora y media prevista se convirtió en dos, hasta que el tercer acto surgió de imprevisto. Nos han vendido que los jóvenes de ahora solo juegan a la Play y tiran de botellón. Así que, quizás, lo ocurrido en aquella ágora improvisada fuera un espejismo. Solo sé que en el final de mi cuento, uno de los asistentes me confesó que tras abandonar tiempo atrás la lectura, salía de allí con la urgente necesidad de leer un buen libro. Existen los pequeños milagros. Como en aquella película de Frank Capra que, alterada, podría dar título a este relato: ¡Qué bello es vivir...leyendo!