ANIVERSARIO DE LA MUERTE DE UN POLÍTICO REFERENCIAL
Josep Pallach, 40 años después
La gran incógnita es si el líder de la socialdemocracia catalana habría firmado el siempre discutido pacto con el PSOE
Joan Tapia
Presidente del Comité Editorial de EL PERIÓDICO.
JOAN TAPIA
Hace 40 años de la muerte, seis meses antes de las primeras elecciones libres, de Josep Pallach. Para muchos es un desconocido pues vivió en el exilio, la clandestinidad y solo tras la muerte de Franco se pudo dar a conocer. Pero todavía hoy –desde posiciones soberanistas y desde el PSC– se recurre a su figura. Es lógico, pues muchos de sus próximos fueron al PSC y otros a CDC o ERC (Pallach tuvo mucha relación con Heribert Barrera), pero es arriesgado decir lo que habría hecho en junio del 77. Y es absurdo especular qué diría hoy, y con 96 años si viviera, del independentismo.
Pero es interesante saber qué defendía. Le conocí en el congreso del Moviment Socialista de Catalunya de Toulouse, celebrado en el altillo de un gran café de la plaza del Capitole de Toulouse. Era en 1965, tenía 20 años y me impresionó que un político de 45, que llevaba 21 en el exilio, conociera mejor lo que pasaba en el interior que otros que vivían en Barcelona. Afirmaba con convicción –enseñando recortes de prensa sobre el informe Foesa– que España había iniciado una etapa de crecimiento y que eso fortalecía al régimen. Era ingenuo pensar que sería derribado por una huelga general, la tesis del PCE de Santiago Carrillo.
CLANDESTINIDAD, DETENCIÓN Y FUGA
Nació en 1920. Durante la República se adhirió al comunismo disidente que acabó en el POUM. En la guerra (con el asesinato de Andreu Nin) comprobó que el comunismo o era estalinista o no era nada. Luego, clandestinidad, detención en 1942 y fuga en 1944 de la prisión de Figueres con la ayuda de un comando llegado desde Francia. En el exilio funda y luego dirige el MSC (Moviment Socialista de Catalunya), el precursor del PSC.
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Desde entonces afirmó que el socialismo es imposible sin democracia. El atajo comunista era un error que llevaba a la dictadura. No del proletariado sino de un grupo, o una persona. Las libertades permiten influir en la economía (en función del peso electoral) y construir un Estado del bienestar. Le recuerdo, en 1975, en una reunión clandestina en un convento de la calle de Lincoln apuntando, frente a quienes pedían más radicalidad, que el ideal socialista no era la propiedad pública sino el principio utópico «de cada uno según sus posibilidades y a cada uno según sus necesidades». Y que el Estado del bienestar en una economía de mercado que crece permite, con la escuela y la sanidad gratuita y la Seguridad Social, acercarse a ese ideal.
LA DIVISIÓN DEL MSC
La historia le dio la razón. Ahora la crisis del 2008 y la globalización (los salarios 'chinos') obligan a repensar. Pero diría que la socialdemocracia –pese a todo– sigue viva, mientras que la URSS murió, el comunismo chino es capitalismo sin libertad y los experimentos originales siguen… en los libros. Esta fue una razón de la división del MSC entre socialdemócratas y socialistas, entonces más a la izquierda (Reventós, Obiols).
Pallach plantaba cara. En un momento en que el PSUC dominaba la intelectualidad, sostenía que los demócratas debían ser precavidos. El PSUC luchaba contra la dictadura, un objetivo compartido, pero se debían recordar dos cosas. Una, no había precedentes de que un partido comunista llegado al poder respetase la democracia. Dos, Franco tenía respaldo europeo por anticomunista y si la oposición parecía dirigida por el PCE se le ayudaba.
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Creía también que con el plan de estabilización la economía empezaba a crecer al haberse enganchado a Europa. Franco no caería ya por la protesta de los desesperados. Si perdía apoyos iríamos a una transición pactada para poder entrar en la UE. Esa era la garantía democrática frente a la involución. Tuvo toda la razón. A Franco solo lo retiró la muerte y la izquierda –Carrillo inteligentemente el primero– aceptó la monarquía restaurada por Franco con un peaje: elecciones constituyentes.
Deseaba que la política catalana no dependiera de Madrid, creía que el futuro PSC no debía perder soberanía y abogaba por el retorno de Tarradellas y la Generalitat. Pensaba que Pujol lideraría un centro-derecha al que veía como un gran aliado frente al centralismo pero también como un contrincante. Tarradellas frenaría el pujolismo, pero siempre valoró la Catalunya que Pujol –lo veía como un democristiano laico– podía encarnar.
¿Habría suscrito el pacto PSC-PSOE? El PSC debía ser soberano pero la coordinación era obligada. Y no creía mucho en la capacidad de liderazgo demostrada –principalmente en el primer semestre del 77– por Felipe González. Pero era realista y Reventós y Obiols opinaban entonces lo mismo sobre el PSOE. Gran interrogante.
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