Descorbatados

¿Qué será lo próximo? ¿Barba hipster? ¿Presentarse a los plenos en camiseta?

JOSEP MARIA POU

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Miro y remiro la foto de Junts pel Sí en la escalinata del Parlament. Me fijo especialmente en los 30 de CDC que, de repente, y de un día para otro, aparecen sin corbata. Descorbatados. Que es como decir disfrazados. Y me digo que aunque la mona se quite la seda, mona se queda.

Doy por supuesto que las corbatas convergentes son de seda. Natural o salvaje. Pura seda, en cualquier caso. De la que, hecha nudo en la garganta, aprieta pero no ahoga. O eso creían. Porque ahora resulta que la corbata sobra. Lo entiendo. Visto el reparto de escaños salido de las urnas y vistas las obligadas negociaciones para formar gobierno, a más de uno se le han puesto por corbata. Y dos corbatas al tiempo es demasiado. Puestos a ahuecar, siempre es mejor prescindir de la de seda. Con la otra hay que tragar -mal, porque tenerlos ahí es siempre mal trago- si no quiere uno quedarse como Farinelli. Y no procede sentarse capón a la mesa de negociación.

Empieza uno por quitarse la corbata y termina como Albert Rivera en su primer y epatante cartel electoral: en cueros vivos. ¿Qué será lo próximo? ¿Barba hipster y rapado asimétrico? ¿Camisas de a tanto el kilo? ¿Presentarse a los plenos en camiseta? Descorbatados y descamisados; triste final para quienes, acostumbrados a cortar el bacalao, han estado cortándose trajes a medida legislatura tras legislatura y, aficionados a los cortes, pasaron a los recortes como extensión natural del movimiento de muñeca.

Se han quitado la corbata, pero están con la soga al cuello. A merced de los últimos de la fila. Y sacan pecho mientras se dicen que es tarde para lamentarse. Que ahora toca sosegarse y sonreír. Disimular. Y prescindir de nosotros, como si fuéramos tontos útiles a los que, llegado el momento, se deja a las puertas del reparto. Dejadnos tranquilos, dicen. No preguntéis nada, dicen. No contamos nada, ni decimos nada. «Muts i a la gàbia», sonríe el señor Mas. Paradójico: en boca cerrada no entran moscas, dicen quienes tragan sapos en cada desayuno.

Leo en The perfect gentleman que hay hasta 30 nudos de corbata diferentes para cualquier ocasión. La guía cuenta con detalle cómo se hacen, pero nada de cómo se deshacen. Se lo digo yo: basta con meter el dedo índice entre el nudo y el cuello de la camisa y tirar fuerte hacia abajo. Con cuidado de no equivocarse: tirar hacia arriba sería tanto como quitarse la corbata y terminar ahorcándose.