IDEAS

Lentamente, poco a poco

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JORDI PUNTÍ

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Hoy me gustaría escribir sobre una canción sin decir ni el título ni el nombre del cantante, porque todos ya sabemos de cuál se trata. Lo hago para evitar lo que ocurre con los estribillos que se ponen de moda en verano: alguien dice el título y, por algún misterio de la memoria, uno ya no se saca de la cabeza esa cosa pegadiza. De modo que no diré nada, dejaré que la adivinen, o que intuyan las cuatro sílabas como un hechizo fatal, pero lo que sí diré es que hay que tenerla en cuenta porque es un fenómeno que confirma que las reglas del juego han cambiado -y esto es lo más curioso del asunto.

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En el siglo XX la canción del verano se creaba desde la radio fórmula, a copia de repeticiones constantes, o sonaba como sintonía de fondo de la Vuelta a España -“me estoy volviendo loco, me estoy volviendo loco...”-, o simplemente salía Georgie Dann en la tele y cantaba algo que siempre resultaba familiar. En los últimos años ha habido canciones del verano parecidas a la que todos tenemos en la cabeza ahora mismo. Pitbull, Shakira o David Civera también lograron ese raro privilegio de ver como las orquestas de fiesta mayor de la Costa Brava tocaban sus éxitos, pero se habían hecho famosos por los métodos tradicionales. 

En el caso de la canción que no estoy citando, el éxito lo han provocado los millones de oyentes, como un reguero de pólvora digital. Nadie piensa en el disco, las ventas son altas pero no estratosféricas. Lo que cuenta son las escuchas en Spotify, todo un récord, y el hecho de que el éxito se haya cocinado en Youtube, donde el vídeo ha sido visto más de dos mil millones de veces. Enseguida, además, surgieron las parodias en las redes sociales -como ese vídeo de tres italianos en un coche que no pueden evitar tararearla- y a través de decenas de versiones y juegos musicales. Algunos son de vergüenza ajena y otros mejoran el original. Los hay en chino, en versión sinfónica, tocada por la banda de la policía peruana, en flamenco, ukelele, heavy metal o punk, e incluso como una sardana. La gloria global se produce porque se trata de una canción tan fácil que poco a poco, lentamente, sin prisas, todo el mundo se la adueña.