Señor Pujol, hoy sí toca

El 'expresident' que engañó a todo un país no puede seguir mintiéndonos

Jordi pujol destapando una placa conmemorativa en el 2002 en LLeida

Jordi pujol destapando una placa conmemorativa en el 2002 en LLeida / periodico

Neus Tomàs

Neus Tomàs

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Es difícil, diría casi imposible, que entre los periodistas que hace tiempo que nos dedicamos a la información política en Catalunya haya alguno al que no le hubiese espetado aquello de ‘avui no toca”. A veces con sonrisa medio pícara, otras con cara de cabreo, pero lo hacía. Y se lo permitíamos. A Jordi Pujol se le consentían muchas cosas que pasado el tiempo escandalizan todavía más (claro que ahora nos lamentamos del plasma pero seguimos asistiendo a las comparecencias vía pantalla o sin preguntas). En el pujolismo, que no fue una etapa sino un régimen, la oposición actuaba con una mezcla de indignación y admiración por el personaje. Sí, puede parecer contradictorio, pero más de un exdiputado de  los que en aquel tiempo ocupaban escaños del PP o del PSC en el Parlament y que ahora están retirados (o casi) son conscientes de que a menudo sucumbieron a la impotencia ante un ‘president’ adorado por Felipe González (motivos no le faltaban) y respetado por José María Aznar (que le entregó en bandeja la cabeza de Alejo Vidal-Quadras).

Cuando el matrimonio Pujol-Ferrusola se paseaba los fines de semana para protagonizar auténticas maratones de inauguraciones, se paralizaba todo. Siempre con una cámara de TV-3 al lado, se tratase de una piscina municipal o una rotonda, la llegada del ‘president’ era todo un acontecimiento. Flores para ella mientras él medio improvisaba un discurso populista con referencias a alguno de los vecinos. Así se engrandecía la figura del fundador convergente, el único que tenía todo el país en la cabeza. O eso nos hizo creer. Y así creció también una generación, pensando que era imposible que nadie pudiese trabajar más y mejor por Catalunya.

Él quería que su hijo Oriol fuese el ‘hereu’, pero para el interregno, y pese al disgusto de Josep Antoni Duran Lleida, escogió a Artur Mas como sucesor temporal. Lo hizo a dedo, como ahora ha hecho Mas con Carles Puigdemont. Hay tradiciones difíciles de cambiar.

Retirado de la primera línea, siguió mostrándose como un hombre austero y que había sacrificado su vida, su familia, por el país. Eso es lo que explicaba, fuese paseando al lado de Jordi Évole Jordi Évoleo compartiendo una sencilla cena con Albert Om. Pero mentía. Durante tres décadas engañó al país que dice tener en tanta estima. A medida que Convergència abrazaba con más fuerza (o interés) el independentismo, más se estrechaba el cerco a Pujol. No es una crítica, solo una constatación. Una amante despechada dispuesta a confesar que el primogénito de la familia paseaba bolsas de basura con billetes por Andorra y un ministro de Hacienda actuando, esta vez sí, como se le presupone, hicieron el resto. Del Pujol magnánimo al anciano que escondió la fortuna de su clan. De fundar un partido a prácticamente destruirlo. Y ahora, ante el juez, sí toca dar explicaciones. Se las debe a ellos y al resto.